lunes, 8 de junio de 2015


Presentamos la tercera tanda de entrevistas a profesionales y técnicos de larga trayectoria en la Biblioteca UCAB, hoy situada  en el Centro Cultural padre Carlos Guillermo Plaza, que está de aniversario.  

Los retos de Nicolasa

A Nicolasa le encanta la sala de lectura infantil
“Recuerdo con emoción cuando comenzamos con la digitalización y fui la primera en colocar una tesis en acceso abierto para que todo el mundo pudiera leerla, desde cualquier lugar del mundo”.
Nicolasa Martínez explica sobre los sistemas que utilizan en las bibliotecas. Ella los aprendió cuando ingresó a Procesos Técnicos en la Biblioteca UCAB en septiembre de 1992. “Tenía una tarea que era pasar el material que estaba procesado por el sistema Dewey al sistema LC e ingresarlo al sistema NOTIS, método que compartíamos con la Biblioteca Nacional”.

Una larga trayectoria
–- Suplí al bibliotecólogo Mario Bastidas que se fue de la Biblioteca porque se mudó al interior. Desde ese momento, no solamente me encargaría de procesar el material sino que asistí a las licenciadas Taidé Balza y María Olivier (alias Chalola). Para ese entonces, el director era el padre Carmelo Salvatierra s.j. con quien logramos hacer un magnifico equipo. Cuando cesa en sus funciones, quedamos a cargo de la vicerrectora académica, Maritza Barrios, y de las bibliotecólogas, Taidé y María. Después es nombrado el profesor Emilio Píriz Pérez, director, y desde su llegada nos propusimos tener un  edificio especial para Biblioteca y lograr un uniforme para el personal. Primero cambiamos del sistema DEWEY al sistema LC. Con cambios técnicos logramos que los libros de poco uso o de data un poco antigua también se pudieran consultar. Fui encargada de la Sala de Reserva donde compartí con un grupo muy bueno que siendo solo bachilleres se preocuparon mucho por la sala, se leían los libros que llegaban y daban una correcta información al usuario. Y también recuerdo los adornos navideños que hacíamos y que todos admiraban.

Cuando María Olivier sale jubilada, me encargan la Sala de Tesis, Referencia y Publicaciones Periódicas, y  allí también me encontré con gente muy trabajadora. Coordinaba no solamente el servicio público sino también el proceso de las Tesis de grado y publicaciones periódicas que llegaban al servicio directo para las escuelas. Teníamos tiempo para todo. Recuerdo con emoción cuando comenzamos con la digitalización y fui la primera en colocar una tesis en acceso abierto para que todo el mundo pudiera leerla desde cualquier lugar del mundo. Al retirarse Taidé por años de servicio, se crearon dos coordinaciones, la de Adquisiciones y la de Biblioteca en general. Me quedé con la coordinación de Procesos Técnicos, la del primero y segundo pisos y los cubículos de estudio grupal, que eran parte del servicio al  público.

Del viejo al nuevo edificio
––Me tocó coordinar la mudanza de los libros de la vieja a la nueva edificación. “Fue un maratón que realizamos, como todo lo que hacemos, con mucho amor y con mucho entusiasmo. Y el año pasado tuvimos otro reto al  inaugurar la Sala Sofía Imber. Y en el 2015-con más tranquilidad- abrimos la Sala Infantil ‘La Pulga y el Piojo’. Fue muy emocionante poder ofrecer un servicio para los más pequeños, e incluir a los niños  comunidades cercanas”, dice con entusiasmo Nicolasa.

––Pienso que nuestro grupo no estaba preparado para un cambio tan radical con estanterías abiertas y todo el público prácticamente alrededor de uno. Además de tener que estar pendiente de los libros y de visualizar bolsos por la falta de seguridad. Esto nos  creó mucho stress y descontento. Gracias a Dios, todo cambio es bueno y hemos decidido salir adelante. Una cosa muy positiva es que ya veníamos pensando en el cambio de la web, redes sociales y aquí se consolidó. Estoy muy satisfecha con que nuestros espacios artísticos se abran  para todo el público visitante.

De la vieja Biblioteca añoro que algún día podamos contar con usuarios como los de antes. Retomar el control de los beneficiarios que aquí creen que están en un lugar tan libre que no existen normas mínimas de convivencia, como es respetar el derecho que tenemos a estudiar en silencio. No queremos la anarquía, pues a mediados del año 2015,  hay estudiantes  que no entienden que esto no es un comedor o que no se puede acceder con el carné de otro, o  en fin, hacer lo que les  venga en gana. Pero igualmente, seguimos dispuestos a ayudar y  guiar a los muchachos.

Para mí trabajar en la UCAB  y específicamente en la Biblioteca es como estar en familia. Todos  sabemos hay diferencias de pensamiento, pero hay aprecio entre todos. Y de mi parte, admiro la entrega que hace nuestro personal para realizar esta tarea, aunque falta bastante por hacer.

Nicolasa habla mucho de su trabajo, pero para finalizar le pedimos que diga lo que hace en su tiempo libre: “Lo dedico primeramente a mi familia, a cuidar mis maticas y  a ver una que otra película”.

Formación
Nicolasa estudió Bibliotecología en la UCV. “Desde estudiante he sabido que ‘Todo lo que Dios nos manda es bueno y ayuda’. Perdí físicamente a mi padre y tuve que alternar mis estudios con el trabajo para ayudar en mi casa. Me levantaba bien temprano y me acostaba lo más tarde que aguantaba (siempre he vivido en los Valles del Tuy).  Gracias a Dios nada de eso me ha amargado, solo he salido adelante como dicen, y yo me lo creo.  Todos mis cursos de actualización profesional los he hecho en la UCV.  Mi trabajo de grado fue Mención Publicación y fue editado por la  Academia Nacional de la Historia”.


Odalys Monzón agradece a la UCAB por su crecimiento personal

El Centro Cultural y la Biblioteca UCAB está formado por gente muy trabajadora oriunda de la parroquia de Antímano. Podemos afirmar que al  fundarse la Católica en la zona, esta se convirtió en una plaza de trabajo muy importante. Unos a otros se fueron pasando la voz y recomendando a amigos y parientes.

Odalys es una dama en atención
Odalys es una mujer muy linda, de piel muy blanca y que se siente plenamente feliz por formar parte de la Biblioteca. “Vivía en Antímano y mi hermana era concuñada de Carmen Graciela Donis,  bibliotecóloga. Un día me atreví a pedirle que me consiguiera una planilla en Personal. La llené y la puse como referencia y desde ese momento, el mundo se me abrió como bien me lo había dicho Carmen Graciela. A las fracciones de segundo de haber entregado la planilla me llamaron para que hiciera una prueba de mecanografía, era enero de 1983, me la hizo la señora Maite Garitaonandia-jefa de Personal- y consistía en leer un párrafo de un libro e inmediatamente copiarlo en la máquina de escribir. Luego me entrevistó el padre Salvatierra y me preguntó si tenía experiencia, yo le dije que había trabajado en la Librería Gema en el Centro Comercial Chacaíto y él me  respondió ‘Es algo diferente´. Yo estaba súper asustada como toda nueva. Aquí volví a ver al famoso Cuentacuentos que ya lo había conocido en la librería en Chacaíto”.

––Mi gran amiga la morocha también la encontré aquí. Recuerdo cuando me dijo ‘Estoy a tu entera disposición para todo lo que tú quieras aprender, y me notificó que en la tarde iba a conocer a su hermana que era la coordinadora, su apodo era Chalola. En ese tiempo la Biblioteca era de estantería abierta y los becatrabajo también me ayudaron.

Chalola me entregó en el turno vespertino dos grupos de fichas grandes, una en sistema Dium y otra en LC para que las ordenara. Entonces, me pasó a secretaria de canje y allí compartí con Edgar Molina, que está todavía en el Instituto de Investigaciones Históricas. Entre los dos iban a escoger quién trabajaría con el padre Hermann González que tenía fama de tener carácter fuerte. ‘Yo estaba muy asustada porque era una muchacha de 22 años, pero de la época’. Después llegó Morella Duarte a la que me correspondió entrenar, a ella la ascienden a secretaria de canje y a mí a Procesos Técnicos. En esa área estaban las licenciadas Taidé Balza y Mario Bastidas, y la auxiliar Mirna Ríos, y también trabajaba Cheíto Puente que era un gran amigo y me enseñó muchas cosas.

El Centro Cultural Carlos Guillermo Plaza, SJ
––Ahora hay más tecnología y nos estamos convirtiendo en trabajadores integrales porque no nos quedamos estancados. Me siento ‘bien fino’ en mi nuevo Centro Cultural. Yo trato de disfrutar lo máximo desde que llego a las 7 de la mañana hasta que salgo porque Chalola nos enseñó a ser responsables y a compartir nuestros conocimientos, y debo dar gracias a Dios por todo lo que ella nos legó. Ser la bibliotecóloga no la hacía distante para nada, todo lo contrario, no le gustaba que le dijeran licenciada.

Del Parque Social tengo muchas personas queridas. Primeramente, mi asesora jurídica Janesky Lehmann quien me guio en todos mis cuestiones personales que implican legalidad, igual las profesoras Mayra Zamora y María Fernanda Innecco. Allí también han ido todos mis hermanos a buscar asesoría jurídica. Y cuando uno presenta los informes de Clínica Jurídica y de Santa Inés en otros lugares, se quitan el sombrero, cuenta Odalys con orgullo.

“Tengo dos hijos varones, Armando Antonio que es egresado ucabista en Educación Ciencias Pedagógicas y Alejandro Antonio que estudia Relaciones Industriales. Son muy buenos hijos, me ayudan en la casa y son mi gran fortaleza. Mi pareja trabaja en la Dirección de Tecnología Informática (DTI) y se llama Eduardo Tavares. Existe una relación muy cercana entre Eduardo y mis hijos, al segundo lo conoció siendo bebé y hasta su mamá se considera abuela de mis hijos. Siempre que podemos, viajamos a Maquigua en el estado Falcón donde mi suegra tiene una casita en la playa. Si al carro nos responde, nos vamos. Parezco al fantasma Gasparín por lo blanca pero mi padre era de tez morena. Somos diez hermanos, siete hembras y tres varones. El único que ha fallecido es mi papá. Me fascina estar con mi familia.

El año que viene me condecorarán por 30 años de servicio, y nunca voy a dejar de agradecer a la Universidad por mi crecimiento laboral y espiritual. Sentí mucho la muerte de mi padre Salvatierra, quiero otro tanto al padre Rafael Baquedano y de Ricardo Márquez- que lastimosamente se fue del país- nunca olvidaré sus valiosos talleres de ayuda personal, finaliza Odalys.


Miriam González con 29 años en Biblioteca

Nunca se me podrá olvidar cuando el  padre Salvatierra marcaba con los pies los espacios para meter más estantes y poner más libros. Y el estilo gruñón del jesuita Hermann González Oropeza que escondía un  corazón muy generoso.

Miriam recuerda a sus jefes
Miriam González es una mujer muy arreglada, diríamos que coqueta. Ingresó a la Biblioteca de la UCAB, el 12 de febrero de 1986, y ya cuenta 29 años en el campus. Como todo el personal, su formación se debió también a los cursos formativos que recibió en la Biblioteca Nacional, enviada por la UCAB.

Es de Antímano, había estudiado el bachillerato con Vestalia Andrade (quien fue secretaria durante muchos años de los vicerrectores administrativos y es jubilada de la institución). Como Vestalia ya tenía cinco años  trabajando  en la Católica, le pidió que le consiguiera una planilla en Personal. “Quedé como secretaria pero realmente el rol que cumplía era el de auxiliar de Biblioteca. Fue la Morocha la que me formó y por igual su hermana Chalola, que en paz descanse. En el viejo edificio, trabajábamos todos apretaditos y éramos muy unidos. Recuerdo que el  padre Salvatierra marcaba con los pies los espacios para meter más estantes y poner más libros. Esto nunca se me podrá olvidar. Luego llegó Píriz Pérez como director. Él estuvo siempre al pie del cañón y defendía a su personal. Los dos años con Mabel Calderín han sido buenos, pero aún tiene poco tiempo. Gracias a ella hemos logrado la galería de arte, la sala de lectura para niños a la que por cierto, hace días, vinieron mis nietos a una actividad y se fueron muy felices. Como el Centro es tan espacioso, a la profesora Mabel  le ha tocado encarar cambios con el personal pues la nueva infraestructura es muy amplia y abierta, y se necesitan no dos sino cuatro ojos para vigilar y tenemos que movilizarnos para supervisar las salas. Sí tenemos ayuda de los beca pero después que los enseñamos  se van y hay que volver a comenzar”, describe Miriam.

“Yo conocí a Ángel Finocchiaro desde que era estudiante y recuerdo cuando él junto a su hermana preparaban su tesis en Relaciones Industriales, también me acuerdo de Juancito Gómez desde que estudiaba Filosofía y vi graduarse a Rafael Ortíz, han sido muchos los que tratas cuando son alumnos y luego los ves laureados y trabajando. Y de los jesuitas, jamás podré olvidar al padre Hermann González Oropeza. Era muy gruñón pero de corazón generoso. El Instituto de Investigaciones Históricas quedaba en la planta baja del edificio. Todavía vienen mucho a consultar los padres José Del Rey y Jesús Olza”.

Lazos con el Parque Social
––Vi nacer al Parque Social, y a Bernardo Guinand lo conocí desde estudiante. Es una persona muy trabajadora y sencilla. Lástima que se haya ido. Mis médicos son los del Centro de Salud Santa Inés, y mi sobrina, que se llama Carolina Sánchez, trabaja allí. Me gustan sus áreas verdes tan parecidas a las del campus. Su  gente es muy amable, siempre atiende con una sonrisa en los labios, sean enfermeras, médicos o el personal de administración. Y debo nombrar a Clínica Jurídica donde me han atendido Janesky Lehmann y Verónica Valenzuela, finaliza Miriam González con casi 30 años de sello ucabista.

Continuará.

Texto: María Fernanda Mujica.
Fotos: Ana Gabriela Páez.

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