Con esta cuarta
publicación de entrevistas finalizamos la serie encomendada para celebrar los
dos años del Centro Cultural Carlos Guillermo Plaza, SJ, donde laboran técnicos
y profesionales de la Biblioteca UCAB que suman más de 24 años se servicio. Todos
ellos son gente de las cercanías de la Universidad, especialmente de Antímano,
todos ellos se identifican con la Católica como el lugar donde tuvieron
oportunidad de crecer. A ellos agradecemos su dedicación, constancia
y sentido de pertenencia. ¡Ah, y feliz cumpleaños!
Magaly pronto cumplirá las bodas de plata en la UCAB |
Magaly Puente está muy apurada pues
su esposo la va a recoger para llevarla al médico. A pesar de la premura, había que conversar
con esta merideña, la cuarta de la generación de los Puente (uno fallecido hace
muchos años que laboró también en Biblioteca; Tomás, jubilado de la escuela de
Economía y Beatriz, secretaria, ya pensionada por sus años de servicio, excelentes
trabajadores. Magaly siendo la menor dice enfáticamente “Vine sola a presentar mis
pruebas en Personal hace 25 años, las aprobé y quedé contratada”.
Magaly es también de Antímano pero
hace años se mudó a Caricuao. Ingresó a la UCAB en 1992 a la facultad de
Derecho y allí trabajó cinco años, luego la destacaron a la Biblioteca como
auxiliar. “Odalys y la Morocha fueron las que me enseñaron”.
––La vieja Biblioteca era más pequeña
y más tranquila, ahora viene más público y es más bulliciosa por sus espacios
abiertos, pero es más chévere.
Recuerdo mucho al padre Pérez Llantada
(QEPD) y aprecio especialmente al padre Rafael Baquedano. “Me casó el padre
Gustavo Sucre en la capilla del tercer piso y quien tocó el acordeón fue el
hermanito Lanz. Tengo una hija de 29 años que se licenció en Educación hace
siete años y una de 19 años que estudia Relaciones Industriales, las dos en la
UCAB ¿Qué hago en mis ratos libres? Pues
yo soy muy tranquila y me ocupo de los oficios del hogar y cuando puedo me voy a
Mérida a pasear”.
40 años en
“lo mejor que hay en la UCAB”
Contaban que en la vieja biblioteca salían espantos |
El nombre completo de la morocha es Teodomira
Olivier Rausseo, y es conocida en la Universidad Católica Andrés Bello tanto por
compañeros, profesores, alumnos, egresados, jesuitas y autoridades, como –en sus
ambientes- sus primos Carlos Olivier (el actor, tristemente fallecido) y
Benjamín Rausseo, el Conde del Guácharo. Ella fue formada por su hermana, la
bibliotecóloga María “Chalola”, una de las
personas más estimadas y gratamente recordada en la Biblioteca UCAB, que
formó a generaciones de compañeros en las técnicas bibliográficas y en calidad de
servicio.
La morocha ingresó a trabajar el 9 de
septiembre de 1975, a lo que añade “El año que viene voy a cumplir 40 años,
¿qué tal?”. La directora para la época era Ana Fernández Ratto-Ciarlo, y Teodomira
con los años fue ascendiendo de Auxiliar I a III. “Me he ganado los méritos. Mi
formación fue de primera, todos mis certificados ‘más de 10’, son de la
Biblioteca Nacional. Allí nos encontrábamos personal de las bibliotecas de la
UCV, la Simón Bolívar, la Unimet y la UCAB, entre otras. Como decía mi hermana,
que fue mi maestra, que la preparación era para el resto de mi vida. Las clases
de ella todos las disfrutábamos porque era muy graciosa y su lenguaje era muy oriental,
con groserías”.
Todo es especial
--En la UCAB, mi hermana y yo hemos
sido consideradas especialmente por todas las autoridades. Hemos visto
profesores desde sus inicios y ahora están calvos, gordos y viejos. Lo que ha
cambiado es el estudiantado en estos últimos 15 años, bueno en la calle también.
Pero me gusta trabajar con público, a pesar de los cambios en el trato, pero hay que saber llevar a los muchachos
pues la situación debe pesar en su conducta. “La Biblioteca es lo mejor que
hay”. Nunca pensé que iba a trabajar en una edificación con esta categoría a la
que todo el mundo le gusta. Per añoro la vieja porque allí fueron mis
comienzos. Decían que había espantos que salían de noche, comentaban que era
algún cura que movía las cosas. El ambiente cerrado daba para eso y más
mientras los actuales son abiertos y amplios con aire acondicionado que nunca
habíamos tenido, y también trabajamos con mucho optimismo.
Entre tantos afectos, aún me acuerdo
del padre Salvatierra, era una bella persona y fue lamentable su muerte,
también recuerdo al padre Arruza. “¡Y
cómo no nombrar a ‘los tres ligaditos’ que eran Sandoval, López Casuso y el
padre Sucre!”. También quiero mucho a mi jefecito, durante 20 años, que fue
Píriz Pérez. Ahora la directora es la profesora Mabel, considero que lo está
haciendo bien, aunque tiene poco tiempo, pero con el favor de Dios le deseo
mucha suerte porque esto no es fácil, “es un monstruo”, dice manipulando sus
manos largas.
Me encanta
el Parque Social
--En el Parque tengo muchas amigas;
especialmente en Clínica Jurídica, donde me hacen los documentos. Allí
están Mayra Zamora y Janesky Lehmann, ellas son simpáticas y
bellas personas. A Bernardo Guinand lo conocí desde que era estudiante y es
“otra bella persona, lástima que se haya ido”. Yo me veo en Santa Inés y voy a
la farmacia a comprar los medicamentos.
¿Qué hago en mis tiempos libres? Pues me voy a la playa porque me encanta el
sol, nuestras amigas nos buscan a mi morocha Beatriz y a mí. Y en las
vacaciones nos vamos con las sobrinas a Margarita o a Maracaibo donde tenemos a
otra hermana y todos los diciembres viajamos a Puerto La Cruz. Mis padres eran
de Río Caribe. También me gusta mucho tejer, y como todos-María Fernanda- tengo
que hacer las colas para comprar. “¿Qué más, mija, dónde vamos a llegar?”,
termina interrogándose la morocha Teodomira, que con su esbeltez y altura
parece una guerrera espartana pero aliñada con la dulzura y chispa oriental.
“Somos pretérito en la Universidad”
Pocos conocen la faceta de los jesuitas investigadores. Rafael Petit les
conocía sus rutinas en la Biblioteca, como es el caso de Pérez-Llantada de
Derecho; Basilio Tejedor, el lingüista (que no era jesuita); del grupo de
Letras también concurrían fray Cesáreo de Armellada, el capuchino investigador de lenguas indígenas venezolanas
y el jesuita Jesús Olza; Arruza, de Filosofía y González Oropeza, el historiador.
"Santa Inés ha calado", dice Rafael |
Rafael Petit es
otra institución en la Universidad, personas como él, por sus años de ejercicio,
no abundan en el campus. Él dice que la morocha le lleva solo 18 meses de
ventaja. “Yo sí te puedo hablar de cambios cualitativos y cuantitativos en la
Biblioteca. Cuando yo ingresé, el 1 de diciembre de 1977, éramos tan pocos que
los dedos de las manos me sobran para contarnos: estaban las hermanas Olivier,
la secretaria, la directora. Todo quedaba en el primer piso, salvo las revistas
que estaban en el segundo. En el mismo edificio se ubicaban las oficinas del
Rectorado, Vicerrectorados, Secretaría y Servicios Generales. Recuerdo que el
padre Luis Azagra, del que era su amigo, cuando fue vicerrector administrativo
se ponía muy molesto porque subían los estantes en el ascensor. Pero ya tengo
planeado jubilarme el año que viene”, comenta en voz baja.
Yo también
soy maestro normalista y fue un profesor de la UCAB quien me ayudó a conseguir una
plaza en la Escuela Técnica Nacional de Seguridad y Protección Civil ‘Jorge
Murat Sayegh’ en la UD3 de Caricuao, en 1994, en el horario matutino. Allí
estuve 18 años en funciones como docente, encargado de la biblioteca y en
actividades extra cátedra; es una institución premilitar, pero la situación
política la cambió y cinco docentes nos acogimos a la jubilación”, dice
pensativo.
“La morocha y
yo, sí hemos palpado el cambio de la biblioteca manual a la digitalización. Con
el padre Salvatierra hubo una transformación en la clasificación, aunque la
apertura de las estanterías ocasionó pérdidas al fondo bibliográfico. Con Píriz
Pérez creció la colección de libros y se aumentó la adquisición de revistas
técnicas y especializadas. Ahora, la profesora Calderín empieza con ideas
innovadoras al poner el Centro Cultural al servicio de las comunidades
universitaria y externa, que es una política de la UCAB.
Anécdotas entre libros y Fundación Familia y Propiedad
––Había unos
jesuitas investigadores (hoy pocos conocen esa faceta) que uno les conocía sus
rutinas como es el caso de Pérez-Llantada de Derecho “quien vestía como un
caballero inglés, de casimir y gabardina”. Él venía a consultar todos los
martes en la mañana; Basilio Tejedor, el lingüista (que no era jesuita), acudía
los jueves y viernes en las tardes; del grupo de Letras también concurrían fray
Cesáreo de Armellada, el capuchino
investigador de lenguas indígenas venezolanas y el jesuita Jesús Olza. Recuerdo
que el padre Tejedor estuvo cinco años investigando para su tesis doctoral y se
la publicó la Presidencia de la República pero a él solo le dieron un libro y
se quejaba, y yo, tres años después, le traje varias copias que me encontré en
una donación de la Biblioteca Nacional al Banco del Libro. Arruza, de
Filosofía, venía los lunes; González Oropeza del Instituto de Investigaciones
Históricas que antes fue Centro de Lenguas Indígenas venía todas las tardes y
se iba en las noches. Él fue asesor de Fronteras del presidente Caldera en su
primer gobierno. Y me decía “Si me consigues tal libro (que estaba en un
depósito de la donación ‘Simón Planas Suárez’
con fichero aparte), te regalo un cartón de cigarrillos, y yo no fumaba.
Era de un humor especial”.
––Cuando asesinaron
a monseñor Arnulfo Romero (hoy Beato) en El Salvador, el jesuita Luis María
Olaso ofició una misa en el Módulo II, solo había cuatro. Había un grupo de
estudiantes, en su mayoría de Derecho, y de clase acomodada, todos muy blancos,
que vestían saco y corbata (que era la excepción) y portaban estandartes con el logo de
Tradición, Familia y Propiedad. Mientras Olaso daba la misa, estos gritaban
histéricamente “curas comunistas”, y después corrieron hasta el tercer piso. No
recuerdo quién fue que me dijo ´Quédate tranquilo que esos son cochinos de
pared’.
Parque Social y política
––Yo soy de
Antímano y he vivido siempre allí, conozco a la gente de los partidos y las ONG
que trabajan en la zona. Cuando se fundó el Centro de Salud Santa Inés UCAB, vi
a varios gritando improperios a través de la cerca. Al pasar tres o cuatro
años, uno de esos vecinos me preguntó cómo podría ser exonerado para realizarse
unos exámenes de urología. Le hice la diligencia y yo mismo lo acompañé el día
de la consulta. “Es que el Parque Social y Santa Inés han llenado un vacío en
el suroeste de Caracas. Somos privilegiados con tenerlos. Aparte solo están las
Hermanitas de los Pobres con buenos servicios de diagnóstico y precios
solidarios. Uno escucha en el Dispensario de Antímano o en El Algodonal, que le
dicen a los pacientes ‘ese examen te lo vas a hacer en Santa Inés’, y mi esposa
y yo, nos vemos también ahí. La gente viene del kilómetro 12 de El Junquito, de
la urbanización Kennedy de Las Adjuntas en Macarao, de la carretera vieja de
Los Teques, del sector El Matadero; muchos pagan carreras a los choferes de las
rutas troncales de La Vega para llegar temprano. Uno lo ve, uno habla con la
gente: Santa Inés ha calado”, opina con propiedad.
Rafael dice
haberse casado “viejo”, a los 36 años. Tiene un hijo que estudia tercer año de
Derecho en el campus y una hija egresada de la escuela de Educación en
Pedagógicas. Camina dos o tres veces por semana y comenta “que por la situación
que se vive, sale con su esposa a buscar lo poco que se consigue”.
Nos recuerda
la foto que acompañó a un artículo de Laureano Márquez en Tal Cual cuando estuvo en Tel-Aviv y había de todo en los
anaqueles, y hasta Harina Pan. “En los setenta, muchos querían venirse a
Venezuela a vivir y ahora es lo contario; uno conoció a otro país. Esto es
lamentable”, afirma Rafael Petit.
Entrevistas e imágenes: María Fernanda Mujica Ricardo
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