viernes, 12 de junio de 2015

Con esta cuarta publicación de entrevistas finalizamos la serie encomendada para celebrar los dos años del Centro Cultural Carlos Guillermo Plaza, SJ, donde laboran técnicos y profesionales de la Biblioteca UCAB que suman más de 24 años se servicio. Todos ellos son gente de las cercanías de la Universidad, especialmente de Antímano, todos ellos se identifican con la Católica como el lugar donde tuvieron oportunidad de crecer. A ellos agradecemos su dedicación, constancia y sentido de pertenencia. ¡Ah, y feliz cumpleaños!

El músico en la boda de Magaly fue el hermanito Lanz

Magaly pronto cumplirá las bodas de plata en la UCAB
Magaly Puente está muy apurada pues su esposo la va a recoger para llevarla al médico.  A pesar de la premura, había que conversar con esta merideña, la cuarta de la generación de los Puente (uno fallecido hace muchos años que laboró también en Biblioteca; Tomás, jubilado de la escuela de Economía y Beatriz, secretaria, ya pensionada por sus años de servicio, excelentes trabajadores. Magaly siendo la menor dice enfáticamente “Vine sola a presentar mis pruebas en Personal hace 25 años, las aprobé y quedé contratada”.

Magaly es también de Antímano pero hace años se mudó a Caricuao. Ingresó a la UCAB en 1992 a la facultad de Derecho y allí trabajó cinco años, luego la destacaron a la Biblioteca como auxiliar. “Odalys y la Morocha fueron las que me enseñaron”.

––La vieja Biblioteca era más pequeña y más tranquila, ahora viene más público y es más bulliciosa por sus espacios abiertos, pero es más chévere.

Recuerdo mucho al padre Pérez Llantada (QEPD) y aprecio especialmente al padre Rafael Baquedano. “Me casó el padre Gustavo Sucre en la capilla del tercer piso y quien tocó el acordeón fue el hermanito Lanz. Tengo una hija de 29 años que se licenció en Educación hace siete años y una de 19 años que estudia Relaciones Industriales, las dos en la UCAB ¿Qué  hago en mis ratos libres? Pues yo soy muy tranquila y me ocupo de los oficios del hogar y cuando puedo me voy a Mérida a pasear”. 

40 años en “lo mejor que hay en la UCAB”

Contaban que en la vieja biblioteca salían espantos
El nombre completo de la morocha es Teodomira Olivier Rausseo, y es conocida en la Universidad Católica Andrés Bello tanto por compañeros, profesores, alumnos, egresados, jesuitas y autoridades, como –en sus ambientes- sus primos Carlos Olivier (el actor, tristemente fallecido) y Benjamín Rausseo, el Conde del Guácharo. Ella fue formada por su hermana, la bibliotecóloga María “Chalola”, una de las  personas más estimadas y gratamente recordada en la Biblioteca UCAB, que formó a generaciones de compañeros en las técnicas bibliográficas y en calidad de servicio.

La morocha ingresó a trabajar el 9 de septiembre de 1975, a lo que añade “El año que viene voy a cumplir 40 años, ¿qué tal?”. La directora para la época era Ana Fernández Ratto-Ciarlo, y Teodomira con los años fue ascendiendo de Auxiliar I a III. “Me he ganado los méritos. Mi formación fue de primera, todos mis certificados ‘más de 10’, son de la Biblioteca Nacional. Allí nos encontrábamos personal de las bibliotecas de la UCV, la Simón Bolívar, la Unimet y la UCAB, entre otras. Como decía mi hermana, que fue mi maestra, que la preparación era para el resto de mi vida. Las clases de ella todos las disfrutábamos porque era muy graciosa y su lenguaje era muy oriental, con groserías”.  

Todo es especial
--En la UCAB, mi hermana y yo hemos sido consideradas especialmente por todas las autoridades. Hemos visto profesores desde sus inicios y ahora están calvos, gordos y viejos. Lo que ha cambiado es el estudiantado en estos  últimos 15 años, bueno en la calle también. Pero me gusta trabajar con público, a pesar de los cambios en el trato,  pero hay que saber llevar a los muchachos pues la situación debe pesar en su conducta. “La Biblioteca es lo mejor que hay”. Nunca pensé que iba a trabajar en una edificación con esta categoría a la que todo el mundo le gusta. Per añoro la vieja porque allí fueron mis comienzos. Decían que había espantos que salían de noche, comentaban que era algún cura que movía las cosas. El ambiente cerrado daba para eso y más mientras los actuales son abiertos y amplios con aire acondicionado que nunca habíamos tenido, y también trabajamos con mucho optimismo.

Entre tantos afectos, aún me acuerdo del padre Salvatierra, era una bella persona y fue lamentable su muerte, también recuerdo al  padre Arruza. “¡Y cómo no nombrar a ‘los tres ligaditos’ que eran Sandoval, López Casuso y el padre Sucre!”. También quiero mucho a mi jefecito, durante 20 años, que fue Píriz Pérez. Ahora la directora es la profesora Mabel, considero que lo está haciendo bien, aunque tiene poco tiempo, pero con el favor de Dios le deseo mucha suerte porque esto no es fácil, “es un monstruo”, dice manipulando sus manos largas.

Me encanta el Parque Social
--En el Parque tengo muchas amigas; especialmente en Clínica Jurídica, donde me hacen los documentos. Allí están  Mayra Zamora y  Janesky Lehmann, ellas son simpáticas y bellas personas. A Bernardo Guinand lo conocí desde que era estudiante y es “otra bella persona, lástima que se haya ido”. Yo me veo en Santa Inés y voy a la farmacia a comprar los medicamentos.

¿Qué hago en mis tiempos libres?  Pues me voy a la playa porque me encanta el sol, nuestras amigas nos buscan a mi morocha Beatriz y a mí. Y en las vacaciones nos vamos con las sobrinas a Margarita o a Maracaibo donde tenemos a otra hermana y todos los diciembres viajamos a Puerto La Cruz. Mis padres eran de Río Caribe. También me gusta mucho tejer, y como todos-María Fernanda- tengo que hacer las colas para comprar. “¿Qué más, mija, dónde vamos a llegar?”, termina interrogándose la morocha Teodomira, que con su esbeltez y altura parece una guerrera espartana pero aliñada con la  dulzura y chispa oriental.


“Somos pretérito en la Universidad”

Pocos conocen la faceta de los jesuitas investigadores. Rafael Petit les conocía sus rutinas en la Biblioteca, como es el caso de Pérez-Llantada de Derecho; Basilio Tejedor, el lingüista (que no era jesuita); del grupo de Letras también concurrían fray Cesáreo de Armellada, el capuchino  investigador de lenguas indígenas venezolanas y el jesuita Jesús Olza; Arruza, de Filosofía y González Oropeza, el historiador.

"Santa Inés ha calado", dice Rafael
Rafael Petit es otra institución en la Universidad, personas como él, por sus años de ejercicio, no abundan en el campus. Él dice que la morocha le lleva solo 18 meses de ventaja. “Yo sí te puedo hablar de cambios cualitativos y cuantitativos en la Biblioteca. Cuando yo ingresé, el 1 de diciembre de 1977, éramos tan pocos que los dedos de las manos me sobran para contarnos: estaban las hermanas Olivier, la secretaria, la directora. Todo quedaba en el primer piso, salvo las revistas que estaban en el segundo. En el mismo edificio se ubicaban las oficinas del Rectorado, Vicerrectorados, Secretaría y Servicios Generales. Recuerdo que el padre Luis Azagra, del que era su amigo, cuando fue vicerrector administrativo se ponía muy molesto porque subían los estantes en el ascensor. Pero ya tengo planeado jubilarme el año que viene”, comenta en voz baja.

Yo también soy maestro normalista y fue un profesor de la UCAB quien me ayudó a conseguir una plaza en la Escuela Técnica Nacional de Seguridad y Protección Civil ‘Jorge Murat Sayegh’ en la UD3 de Caricuao, en 1994, en el horario matutino. Allí estuve 18 años en funciones como docente, encargado de la biblioteca y en actividades extra cátedra; es una institución premilitar, pero la situación política la cambió y cinco docentes nos acogimos a la jubilación”, dice pensativo.

“La morocha y yo, sí hemos palpado el cambio de la biblioteca manual a la digitalización. Con el padre Salvatierra hubo una transformación en la clasificación, aunque la apertura de las estanterías ocasionó pérdidas al fondo bibliográfico. Con Píriz Pérez creció la colección de libros y se aumentó la adquisición de revistas técnicas y especializadas. Ahora, la profesora Calderín empieza con ideas innovadoras al poner el Centro Cultural al servicio de las comunidades universitaria y externa, que es una política de la UCAB.

Anécdotas entre libros y Fundación Familia y Propiedad

––Había unos jesuitas investigadores (hoy pocos conocen esa faceta) que uno les conocía sus rutinas como es el caso de Pérez-Llantada de Derecho “quien vestía como un caballero inglés, de casimir y gabardina”. Él venía a consultar todos los martes en la mañana; Basilio Tejedor, el lingüista (que no era jesuita), acudía los jueves y viernes en las tardes; del grupo de Letras también concurrían fray Cesáreo de Armellada, el capuchino  investigador de lenguas indígenas venezolanas y el jesuita Jesús Olza. Recuerdo que el padre Tejedor estuvo cinco años investigando para su tesis doctoral y se la publicó la Presidencia de la República pero a él solo le dieron un libro y se quejaba, y yo, tres años después, le traje varias copias que me encontré en una donación de la Biblioteca Nacional al Banco del Libro. Arruza, de Filosofía, venía los lunes; González Oropeza del Instituto de Investigaciones Históricas que antes fue Centro de Lenguas Indígenas venía todas las tardes y se iba en las noches. Él fue asesor de Fronteras del presidente Caldera en su primer gobierno. Y me decía “Si me consigues tal libro (que estaba en un depósito de la donación ‘Simón Planas Suárez’  con fichero aparte), te regalo un cartón de cigarrillos, y yo no fumaba. Era de un humor especial”.

––Cuando asesinaron a monseñor Arnulfo Romero (hoy Beato) en El Salvador, el jesuita Luis María Olaso ofició una misa en el Módulo II, solo había cuatro. Había un grupo de estudiantes, en su mayoría de Derecho, y de clase acomodada, todos muy blancos, que vestían saco y corbata (que era la excepción) y  portaban estandartes con el logo de Tradición, Familia y Propiedad. Mientras Olaso daba la misa, estos gritaban histéricamente “curas comunistas”, y después corrieron hasta el tercer piso. No recuerdo quién fue que me dijo ´Quédate tranquilo que esos son cochinos de pared’.

Parque Social y política

––Yo soy de Antímano y he vivido siempre allí, conozco a la gente de los partidos y las ONG que trabajan en la zona. Cuando se fundó el Centro de Salud Santa Inés UCAB, vi a varios gritando improperios a través de la cerca. Al pasar tres o cuatro años, uno de esos vecinos me preguntó cómo podría ser exonerado para realizarse unos exámenes de urología. Le hice la diligencia y yo mismo lo acompañé el día de la consulta. “Es que el Parque Social y Santa Inés han llenado un vacío en el suroeste de Caracas. Somos privilegiados con tenerlos. Aparte solo están las Hermanitas de los Pobres con buenos servicios de diagnóstico y precios solidarios. Uno escucha en el Dispensario de Antímano o en El Algodonal, que le dicen a los pacientes ‘ese examen te lo vas a hacer en Santa Inés’, y mi esposa y yo, nos vemos también ahí. La gente viene del kilómetro 12 de El Junquito, de la urbanización Kennedy de Las Adjuntas en Macarao, de la carretera vieja de Los Teques, del sector El Matadero; muchos pagan carreras a los choferes de las rutas troncales de La Vega para llegar temprano. Uno lo ve, uno habla con la gente: Santa Inés ha calado”, opina con propiedad.

Rafael dice haberse casado “viejo”, a los 36 años. Tiene un hijo que estudia tercer año de Derecho en el campus y una hija egresada de la escuela de Educación en Pedagógicas. Camina dos o tres veces por semana y comenta “que por la situación que se vive, sale con su esposa a buscar lo poco que se consigue”.

Nos recuerda la foto que acompañó a un artículo de Laureano Márquez en Tal Cual cuando estuvo en Tel-Aviv y había de todo en los anaqueles, y hasta Harina Pan. “En los setenta, muchos querían venirse a Venezuela a vivir y ahora es lo contario; uno conoció a otro país. Esto es lamentable”, afirma Rafael Petit. 


Entrevistas e imágenes: María Fernanda Mujica Ricardo


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