martes, 13 de enero de 2015

palabras de despedida a María Matilde Zubillaga en CSSI Agosto 2004



Caracas, 13 de Agosto de 2004



DESPEDIDA MARÍA MATILDE

Siento un gran compromiso en decir unas palabras el día de hoy, y como no quiero que se me escapen de la cabeza las ideas claves de lo que quiero expresar, decidí plasmar en un papel algunos de los recuerdos y significados que ha tenido para mí (y creo que para gran parte de los que estamos aquí) el haber compartido y trabajado con María Matilde hombro con hombro en estos últimos cinco años y medio.

No es fácil resumir en un breve espacio la increíble labor desarrollada por María Matilde al frente del Centro de Salud Santa Inés, desde su concepción hasta lo que se ha convertido hoy en día. Y no es fácil resumirlo porque la cantidad de detalles que tendría este documento haría imposible leerlo completo el día de hoy, pues aunque con insistencia, a la hora de emprender un nuevo proyecto María Matilde siempre nos recuerda: “lo perfecto es enemigo de lo bueno” con la clara idea de optar por las cosas buenas pero realizables, siempre en la práctica ha procurado hacer las cosas con una alta dosis de perfección. Entonces, quizás dejo de un lado algunos detalles perfeccionistas e intento dar una “buena” semblanza del enorme privilegio de haber compartido con María Matilde este último lustro.

Nos ha tocado a todos los aquí presentes vivir una realidad un tanto atípica si la comparamos con lo que sucede en el resto del país. Mientras el clima político se ha ido exacerbando nosotros hemos continuado nuestra labor, mientras la economía ha sido dura para gran parte de la población, nosotros hemos seguido creciendo en servicios y en número de pacientes y hemos podido mejorar año a año los beneficios de contratación de todos los que trabajan en el Centro de Salud; y por sobre todas las cosas, cuando millones de personas van a sus trabajos con desgano y sin hacer lo que realmente les gusta, un enorme porcentaje de los que venimos día a día a este Parque, lo hacemos con gusto, con deseos de trabajar y de aportar un nuevo día de trabajo con alegría y optimismo para bien de nuestros pacientes y de nuestro país. Todos estos detalles y beneficios no son obra del azar, sino de la creación de una institución cimentada en valores; valores que son compartidos por sus miembros y que nos dan una identidad única…. Y la creación de una institución con estas características tampoco se debe a la buena suerte sino a la puesta en práctica de algo que una vez fue solo el sueño de algunos cuantos soñadores. Las instituciones y los países muchas veces cuentan con algunos visionarios que pueden ver más allá de donde ven los demás, que pueden soñar en cosas mejores y que son capaces de poner en marcha los engranajes necesarios para que esto se lleve a la práctica. Yo me he sentido realmente afortunado al poder compartir con algunos de estos visionarios a lo largo de mi vida; personas que te estimulan a ver más allá de lo que alcanza la vista, que ven lo hermoso de la siembra de un árbol en función de generaciones futuras pues el tiempo no les permitirá ver esos árboles en su esplendor; personas que impulsan sólidas instituciones aunque estas no estén bajo su dirección en un futuro.

Mi experiencia en Santa Inés ha tenido que ver mucho con visionarios y su presencia y empuje ha estimulado a muchos de nosotros a pensar en grande. Sin lugar a dudas los Padres Azagra y Ugalde han sido un pilar fundamental de esta obra. Nuestro querido P. Azagra siempre nos ha estimulado a soñar y no porque le parezca bonito (a parte de lo bonito que pueda ser), sino por su experiencia de que los sueños se hacen realidad si se trabaja para ello. No en vano una vez soñó en un basurero convertido en Parque, y ese es el Parque que hoy nos alberga. El P. Ugalde también ha sido un extraordinario hombre de ideas, pero de ideas llevadas a la práctica. Cuando por primera vez hablé con él sobre el entonces “proyecto de Centro de Salud”, no hizo énfasis en la cantidad de pacientes que podríamos ver, ni en el beneficio directo de los pacientes que saldrían sanos de nuestro Centro de Salud (eso lo dio por hecho). Hizo énfasis en la manera en que podíamos influir en las políticas públicas de salud, hizo énfasis en crear un modelo de centro de salud que le dijera al país que las cosas sí son posibles de realizar con nosotros al frente, con venezolanos a la cabeza.

Sin lugar a dudas que todas estas ideas las recogió la tercera visionaria del cuento: María Matilde Zubillaga, quien ha sabido conjugar las ideas y experiencias de muchos para construir un modelo de gestión factible, apoyado en la calidad y en la dignidad humana de todo el que necesite una mano para que su salud sea mejor. Cuando yo llegué a trabajar en Santa Inés en Enero del 99 ya existía un plan bastante preciso del modelo que se pretendía poner en práctica. En ese entonces la oficina del Parque Social estaba ubicada el la Universidad, en lo que era la oficina de proyectos de la UCAB que dirigía el Padre Azagra. Azagra, María Matilde y Yo compartíamos la misma oficina y una sola computadora que nos alternábamos según las necesidades de cada quien. Mis primeros días de trabajo llevaba para la casa el proyecto que María Matilde había desarrollado durante el año 98, tomando como referencia la experiencia de otros centros de salud relativamente parecidos a lo que queríamos desarrollar en Santa Inés. Hoy en día aún me sorprende lo preciso que se ha ido cumpliendo ese proyecto inicial. En el mismo se proponía misión y visión, valores y los principales objetivos que se debían estimular desde la gerencia. Hoy esa misión y esos valores forman parte de todos nosotros, son nuestra razón de ser como institución y los objetivos no sólo se han ido cumpliendo, sino que han superado las expectativas iniciales. ¿Quién iba a pensar que a estas alturas ya hayamos ofrecido más de 230.000 servicios de salud de diversa índole, desde una vacunación, pasando por una gran variedad de consultas especializadas, hasta una moderna tomografía helicoidal con reconstrucción 3D? ¿O que ya han pasado por nuestros cursos de educación para la salud más de 600 participantes? ¿Quién habría apostado en el año 99 que en menos de 5 años no sólo Santa Inés hubiese crecido como lo ha hecho, sino que fuese capaz de crear una red de servicios de salud como AVESSOC? ¿Quién que nos hubiese visto en esa oficina del Padre Azagra años atrás sabría a ciencia cierta que hoy ya seríamos más de 80 personas las que hacemos vida en esta institución? O ¿Quién de los estuvo presente ese 13 de Septiembre del 99, cuando abrimos con 4 especialidades médicas y un equipo de rayos X, un ultrasonido y un laboratorio de rutina a media máquina, se imaginaría que hoy ya íbamos a contar con 18 especialidades médicas mejor dotadas, servicios de diagnóstico más sofisticados, con mayor capacidad tanto en tiempo de atención como en beneficios diagnósticos?

Esto nos da la idea de que hemos construido una verdadera  y sólida organización, no edificada sobre personas en particular, sino en su razón de ser, en la capacidad que tenga la misma para cumplir las metas que se ha planteado, esté quien esté ocupando cada puesto de la organización. Y esa ha sido la orientación principal que María Matilde le ha querido dar a Santa Inés; una institución que tenga fundamentos en su misión, valores y objetivos, para que quienes nos sucedan a todos nosotros puedan continuar con el espíritu de equipo que nos ha traído hasta donde hemos llegado hoy, para que ese valor intangible que no sabemos como definir pero que corre por las venas de los que trabajamos en Santa Inés siga permaneciendo en el tiempo para bienestar de generaciones futuras. Justamente eso es mucho de lo que nos hace falta en Venezuela, crear instituciones al servicio del país y de la colectividad, en vez de instituciones al servicio de los que ocupen los puestos de dirección de las mismas.

Al hablar de nuestro país y de la salud, inmediatamente recordamos el colapso de los servicios de salud públicos venezolanos, lo cual representa una de las razones por las cuales se decidió construir este centro de salud. Lo que no recordamos casi nunca (y es que a veces los venezolanos tenemos mala memoria) es el sistema de salud pública que precedió a la catástrofe que hoy vivimos. Aunque muchos no lo crean, Venezuela tuvo unos de los modelos sanitarios más exitosos no sólo de Latinoamérica, sino del mundo entero. Cuando se creó el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en 1936 Venezuela contaba con un poco más de 3 millones de habitantes y la expectativa de vida del venezolano era de menos de 36 años (es decir, el promedio de los venezolanos se moría antes de cumplir 36 años). A partir de ese entonces, bajo la dirección del naciente Ministerio, una serie de médicos venezolanos de excelente formación se dieron a la tarea de combatir las enfermedades que azotaban a la población, como la malaria, la tuberculosis, la gastroenteritis, la sífilis, entre otras. Recuerdo esto porque uno de los médicos más destacado de ese entonces fue el Dr. Arnoldo Gabaldón, abuelo de María Matilde, quien se encargó de erradicar la malaria a nivel nacional, siendo una de las campañas sanitarias más reconocidas de su época. Ningún país tropical había podido erradicar tal enfermedad como lo hizo el Dr. Gabaldón con su equipo humano. Hoy en día tal vez llamaríamos a esa campaña “selva adentro” o “monte adentro” ya que no hubo rincón de Venezuela que no fuera rociado con DDT, el eficaz producto capaz de eliminar a los zancudos portadores de la enfermedad.

Digo esto porque María Matilde, al igual que su abuelo ha demostrado un profundo amor por su país y la búsqueda de mejores condiciones de vida para sus habitantes. También lo recuerdo porque el Dr. Gabaldón fue uno de esos visionarios venezolanos que contagiaron a muchos otros a trabajar por la salud. Como anécdota comento que cuando íbamos a abrir las puertas de Santa Inés, María Matilde contó alguna vez, que le dio una sensación de susto al ver el enorme compromiso que teníamos por delante y entonces, la noche antes del 13 de Septiembre de 1999 soñó con su abuelo, lo cual le transmitió una profunda sensación de serenidad. Hoy, a casi 5 años de esa fecha creo que tu abuelo desde el cielo está orgullosísimo de la labor que como él, has realizado a favor de la salud en Venezuela. Sin lugar a dudas tus pasos por Santa Inés son hondos y muy sentidos y creo que el cariño de las personas que te han rodeado así lo demuestran. 

Los que nos quedamos por aquí tenemos el gran compromiso de seguir las directrices que nos has enseñado con paciencia y sabiduría, seguir trabajando en equipo como lo hemos venido haciendo de manera tan efectiva (como el juego de ping pong que siempre recordamos en el cual cada uno da espacio para que el otro le de a la pelota). Seguiremos “rechequeando” para que la comunicación sea más efectiva y exponiendo nuestras ideas para organizar “la lógica del discurso”.

Sin embargo, extrañaremos el increíble equilibrio de tu liderazgo hacia la gente y hacia los objetivos, echaremos de menos tus tan famosos “toques técnicos”, tu estupendo olfato a la hora de seleccionar el personal y el sentido común que prevalece a la hora de tomar una decisión. Extrañaremos la forma como has dado cabida al punto de vista de cada quien, con la clara intención de sumar buenas ideas para generar mejores decisiones.  

Asumimos el reto futuro de seguir haciendo de Santa Inés un espacio para “promover la salud” no sólo con conocimiento sino básicamente con dignidad. Contamos con que Dios nos siga echando una mano como hasta ahora lo ha venido haciendo.

María Matilde, ¡un millón de gracias por haberte topado en nuestro camino!


Bernardo Guinand Ayala

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