Caracas, 13 de Agosto de 2004
DESPEDIDA
MARÍA MATILDE
Siento un gran
compromiso en decir unas palabras el día de hoy, y como no quiero que se me
escapen de la cabeza las ideas claves de lo que quiero expresar, decidí plasmar
en un papel algunos de los recuerdos y significados que ha tenido para mí (y
creo que para gran parte de los que estamos aquí) el haber compartido y
trabajado con María Matilde hombro con hombro en estos últimos cinco años y
medio.
No es fácil resumir
en un breve espacio la increíble labor desarrollada por María Matilde al frente
del Centro de Salud Santa Inés, desde su concepción hasta lo que se ha
convertido hoy en día. Y no es fácil resumirlo porque la cantidad de detalles
que tendría este documento haría imposible leerlo completo el día de hoy, pues
aunque con insistencia, a la hora de emprender un nuevo proyecto María Matilde
siempre nos recuerda: “lo perfecto es enemigo de lo bueno” con la clara idea de
optar por las cosas buenas pero realizables, siempre en la práctica ha procurado
hacer las cosas con una alta dosis de perfección. Entonces, quizás dejo de un
lado algunos detalles perfeccionistas e intento dar una “buena” semblanza del
enorme privilegio de haber compartido con María Matilde este último lustro.
Nos ha tocado a todos
los aquí presentes vivir una realidad un tanto atípica si la comparamos con lo
que sucede en el resto del país. Mientras el clima político se ha ido
exacerbando nosotros hemos continuado nuestra labor, mientras la economía ha
sido dura para gran parte de la población, nosotros hemos seguido creciendo en
servicios y en número de pacientes y hemos podido mejorar año a año los
beneficios de contratación de todos los que trabajan en el Centro de Salud; y
por sobre todas las cosas, cuando millones de personas van a sus trabajos con
desgano y sin hacer lo que realmente les gusta, un enorme porcentaje de los que
venimos día a día a este Parque, lo hacemos con gusto, con deseos de trabajar y
de aportar un nuevo día de trabajo con alegría y optimismo para bien de
nuestros pacientes y de nuestro país. Todos estos detalles y beneficios no son
obra del azar, sino de la creación de una institución cimentada en valores;
valores que son compartidos por sus miembros y que nos dan una identidad
única…. Y la creación de una institución con estas características tampoco se
debe a la buena suerte sino a la puesta en práctica de algo que una vez fue
solo el sueño de algunos cuantos soñadores. Las instituciones y los países
muchas veces cuentan con algunos visionarios que pueden ver más allá de donde
ven los demás, que pueden soñar en cosas mejores y que son capaces de poner en
marcha los engranajes necesarios para que esto se lleve a la práctica. Yo me he
sentido realmente afortunado al poder compartir con algunos de estos visionarios
a lo largo de mi vida; personas que te estimulan a ver más allá de lo que
alcanza la vista, que ven lo hermoso de la siembra de un árbol en función de
generaciones futuras pues el tiempo no les permitirá ver esos árboles en su
esplendor; personas que impulsan sólidas instituciones aunque estas no estén
bajo su dirección en un futuro.
Mi experiencia en
Santa Inés ha tenido que ver mucho con visionarios y su presencia y empuje ha
estimulado a muchos de nosotros a pensar en grande. Sin lugar a dudas los
Padres Azagra y Ugalde han sido un pilar fundamental de esta obra. Nuestro
querido P. Azagra siempre nos ha estimulado a soñar y no porque le parezca
bonito (a parte de lo bonito que pueda ser), sino por su experiencia de que los
sueños se hacen realidad si se trabaja para ello. No en vano una vez soñó en un
basurero convertido en Parque, y ese es el Parque que hoy nos alberga. El P.
Ugalde también ha sido un extraordinario hombre de ideas, pero de ideas
llevadas a la práctica. Cuando por primera vez hablé con él sobre el entonces
“proyecto de Centro de Salud”, no hizo énfasis en la cantidad de pacientes que
podríamos ver, ni en el beneficio directo de los pacientes que saldrían sanos
de nuestro Centro de Salud (eso lo dio por hecho). Hizo énfasis en la manera en
que podíamos influir en las políticas públicas de salud, hizo énfasis en crear
un modelo de centro de salud que le dijera al país que las cosas sí son
posibles de realizar con nosotros al frente, con venezolanos a la cabeza.
Sin lugar a dudas que
todas estas ideas las recogió la tercera visionaria del cuento: María Matilde
Zubillaga, quien ha sabido conjugar las ideas y experiencias de muchos para
construir un modelo de gestión factible, apoyado en la calidad y en la dignidad
humana de todo el que necesite una mano para que su salud sea mejor. Cuando yo
llegué a trabajar en Santa Inés en Enero del 99 ya existía un plan bastante
preciso del modelo que se pretendía poner en práctica. En ese entonces la
oficina del Parque Social estaba ubicada el la Universidad, en lo que era la
oficina de proyectos de la UCAB que dirigía el Padre Azagra. Azagra, María
Matilde y Yo compartíamos la misma oficina y una sola computadora que nos
alternábamos según las necesidades de cada quien. Mis primeros días de trabajo
llevaba para la casa el proyecto que María Matilde había desarrollado durante
el año 98, tomando como referencia la experiencia de otros centros de salud
relativamente parecidos a lo que queríamos desarrollar en Santa Inés. Hoy en
día aún me sorprende lo preciso que se ha ido cumpliendo ese proyecto inicial.
En el mismo se proponía misión y visión, valores y los principales objetivos
que se debían estimular desde la gerencia. Hoy esa misión y esos valores forman
parte de todos nosotros, son nuestra razón de ser como institución y los
objetivos no sólo se han ido cumpliendo, sino que han superado las expectativas
iniciales. ¿Quién iba a pensar que a estas alturas ya hayamos ofrecido más de
230.000 servicios de salud de diversa índole, desde una vacunación, pasando por
una gran variedad de consultas especializadas, hasta una moderna tomografía
helicoidal con reconstrucción 3D? ¿O que ya han pasado por nuestros cursos de
educación para la salud más de 600 participantes? ¿Quién habría apostado en el
año 99 que en menos de 5 años no sólo Santa Inés hubiese crecido como lo ha
hecho, sino que fuese capaz de crear una red de servicios de salud como
AVESSOC? ¿Quién que nos hubiese visto en esa oficina del Padre Azagra años
atrás sabría a ciencia cierta que hoy ya seríamos más de 80 personas las que
hacemos vida en esta institución? O ¿Quién de los estuvo presente ese 13 de
Septiembre del 99, cuando abrimos con 4 especialidades médicas y un equipo de
rayos X, un ultrasonido y un laboratorio de rutina a media máquina, se
imaginaría que hoy ya íbamos a contar con 18 especialidades médicas mejor
dotadas, servicios de diagnóstico más sofisticados, con mayor capacidad tanto
en tiempo de atención como en beneficios diagnósticos?
Esto nos da la idea
de que hemos construido una verdadera y
sólida organización, no edificada sobre personas en particular, sino en su
razón de ser, en la capacidad que tenga la misma para cumplir las metas que se
ha planteado, esté quien esté ocupando cada puesto de la organización. Y esa ha
sido la orientación principal que María Matilde le ha querido dar a Santa Inés;
una institución que tenga fundamentos en su misión, valores y objetivos, para
que quienes nos sucedan a todos nosotros puedan continuar con el espíritu de
equipo que nos ha traído hasta donde hemos llegado hoy, para que ese valor
intangible que no sabemos como definir pero que corre por las venas de los que
trabajamos en Santa Inés siga permaneciendo en el tiempo para bienestar de
generaciones futuras. Justamente eso es mucho de lo que nos hace falta en
Venezuela, crear instituciones al servicio del país y de la colectividad, en
vez de instituciones al servicio de los que ocupen los puestos de dirección de
las mismas.
Al hablar de nuestro
país y de la salud, inmediatamente recordamos el colapso de los servicios de
salud públicos venezolanos, lo cual representa una de las razones por las
cuales se decidió construir este centro de salud. Lo que no recordamos casi
nunca (y es que a veces los venezolanos tenemos mala memoria) es el sistema de
salud pública que precedió a la catástrofe que hoy vivimos. Aunque muchos no lo
crean, Venezuela tuvo unos de los modelos sanitarios más exitosos no sólo de
Latinoamérica, sino del mundo entero. Cuando se creó el Ministerio de Sanidad y
Asistencia Social en 1936 Venezuela contaba con un poco más de 3 millones de
habitantes y la expectativa de vida del venezolano era de menos de 36 años (es
decir, el promedio de los venezolanos se moría antes de cumplir 36 años). A
partir de ese entonces, bajo la dirección del naciente Ministerio, una serie de
médicos venezolanos de excelente formación se dieron a la tarea de combatir las
enfermedades que azotaban a la población, como la malaria, la tuberculosis, la
gastroenteritis, la sífilis, entre otras. Recuerdo esto porque uno de los
médicos más destacado de ese entonces fue el Dr. Arnoldo Gabaldón, abuelo de
María Matilde, quien se encargó de erradicar la malaria a nivel nacional,
siendo una de las campañas sanitarias más reconocidas de su época. Ningún país
tropical había podido erradicar tal enfermedad como lo hizo el Dr. Gabaldón con
su equipo humano. Hoy en día tal vez llamaríamos a esa campaña “selva adentro”
o “monte adentro” ya que no hubo rincón de Venezuela que no fuera rociado con
DDT, el eficaz producto capaz de eliminar a los zancudos portadores de la
enfermedad.
Digo esto porque
María Matilde, al igual que su abuelo ha demostrado un profundo amor por su
país y la búsqueda de mejores condiciones de vida para sus habitantes. También
lo recuerdo porque el Dr. Gabaldón fue uno de esos visionarios venezolanos que
contagiaron a muchos otros a trabajar por la salud. Como anécdota comento que
cuando íbamos a abrir las puertas de Santa Inés, María Matilde contó alguna
vez, que le dio una sensación de susto al ver el enorme compromiso que teníamos
por delante y entonces, la noche antes del 13 de Septiembre de 1999 soñó con su
abuelo, lo cual le transmitió una profunda sensación de serenidad. Hoy, a casi
5 años de esa fecha creo que tu abuelo desde el cielo está orgullosísimo de la
labor que como él, has realizado a favor de la salud en Venezuela. Sin lugar a
dudas tus pasos por Santa Inés son hondos y muy sentidos y creo que el cariño
de las personas que te han rodeado así lo demuestran.
Los que nos quedamos
por aquí tenemos el gran compromiso de seguir las directrices que nos has
enseñado con paciencia y sabiduría, seguir trabajando en equipo como lo hemos
venido haciendo de manera tan efectiva (como el juego de ping pong que siempre
recordamos en el cual cada uno da espacio para que el otro le de a la pelota).
Seguiremos “rechequeando” para que la comunicación sea más efectiva y
exponiendo nuestras ideas para organizar “la lógica del discurso”.
Sin embargo,
extrañaremos el increíble equilibrio de tu liderazgo hacia la gente y hacia los
objetivos, echaremos de menos tus tan famosos “toques técnicos”, tu estupendo
olfato a la hora de seleccionar el personal y el sentido común que prevalece a
la hora de tomar una decisión. Extrañaremos la forma como has dado cabida al
punto de vista de cada quien, con la clara intención de sumar buenas ideas para
generar mejores decisiones.
Asumimos el reto
futuro de seguir haciendo de Santa Inés un espacio para “promover la salud” no
sólo con conocimiento sino básicamente con dignidad. Contamos con que Dios nos
siga echando una mano como hasta ahora lo ha venido haciendo.
María Matilde, ¡un
millón de gracias por haberte topado en nuestro camino!
Bernardo Guinand
Ayala
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