De la emergencia económica al conflicto
social
Desde el Centro de Clínica Jurídica de la UCAB nos
complace compartir con nuestros lectores una reflexión referente al trabajo en
favor de la convivencia ciudadana que se lleva a cabo en nuestra Universidad.
El tema que nos ocupa es la denominada emergencia
económica, la cual más allá de las cifras alarmantes en materia de inflación y
escasez de productos básicos, está teniendo un correlativo efecto en el aumento
de la conflictividad social en nuestras comunidades.
Observamos con preocupación el crecimiento
significativo tanto en el número de casos como en la gravedad de los mismos,
siendo una constante el hecho de que el componente económico propio de asuntos
como las sucesiones, divorcios o disolución de relaciones concubinarias, se
mezcla con situaciones emocionales que ciertamente impiden la solución de los
problemas de fondo, derivando muchas veces en conatos de violencias de cuyos
resultados resulta muy difícil reponerse.
Si bien nada de esto es nuevo, sobretodo en aquellas comunidades
donde la acción del Estado ha sido históricamente incapaz de regular en forma
adecuada la vida urbana, es un hecho que en las actuales circunstancias de alta
conflictividad, asuntos que en el pasado se resolvían de forma espontánea a
través de la acción comunitaria están derivando en problemas de los cuales se
destaca la dramática falta de voluntad para llegar a un acuerdo medianamente
satisfactorio para ambas partes.
Lejos de iniciar la muchas veces infructuosa tarea de
atribuir responsabilidades, lo que buscamos a través de este artículo es llamar
la atención ante los efectos menos conocidos de la emergencia económica que más
allá de las cifras macroeconómicas, está poniendo a prueba muchos de los
tradicionales resortes culturales que han permitido sobrellevar tiempos
difíciles en nuestros país.
Como sociedad hemos de insistir en la defensa de
valores que han sido parte de nuestra historia. La solidaridad social debe ser
un punto de encuentro que reúna las fuerzas políticas y sociales más dispares
en el entendido de que el futuro nos pertenece a todos y que de no proceder decididamente
en este sentido, nos enfrentaremos a una mayor exclusión y desintegración de
nuestra colectividad impidiendo que cada uno de nosotros desarrolle su proyecto
de vida.
Lamentablemente, mientras el foco mediático se
concentra en la coyuntura insustancial que nos inunda de noticias donde se
destacan la intolerancia y el miedo al otro, los venezolanos nos enfrentamos a
un problema que amenaza con destruir nuestra propia identidad, condenándonos
a ser un país de simples habitantes que luchan por sobrevivir preocupados
por cubrir necesidades básicas, en lugar de ser aquella nación orgullosa
formada por ciudadanos libres e iguales que pueden prosperar en paz y con
conciencia del privilegio de ser venezolano.
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Publicado en el Diario
2001, el sábado 13 de febrero de 2016.
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