16 años de
recuerdos de Juan Carlos Romero
“Ayudamos para que otros mitiguen su dolor”
"Me acerqué emocionado al padre Azagra cuando nació mi primer hijo. Me tocó el hombro, esbozó una sonrisa y se dio vuelta. Un par de segundos después se dirigió de nuevo a mí y dijo: “Juan Carlos, ¿sabes qué es lo que extrañamos más los sacerdotes? No es la mujer como muchos creen, sino los hijos…” Fue un ejemplo de aquello que su salud precaria de los últimos años, de forma inesperada, nos regaló: se vio obligado a decir mucho con poquísimas palabras. En clave de Haiku (breve), sus opiniones siempre fueron firmes pero sutiles, y no le quedó otra opción sino recogerlas en dosis mínimas. Su austeridad contrasta con la verborrea de los tiempos en que vivimos".
--¿Por qué te quedaste a dirigir el equipo de la
UPLA?
––Cuando
empecé a dar clases en la escuela de psicología creamos una pequeña unidad en
los salones parroquiales del Colegio Refugio de la Infancia en Antímano. Se
trataba de un centro comunitario donde el personal estaba constituido por
alumnos de quinto año de la escuela, que cursaban prácticas clínicas, y yo era su
docente. Se llamó Unaclip (Unidad de Atención Clínico Psicológica de Antímano).
Fue una apuesta arriesgada, ya que en ese momento, año 1993, no resultaba claro
si sería viable consolidar este tipo de centros asentados en comunidades
caraqueñas con muchas limitaciones socioeconómicas. Por fortuna la experiencia
cuajó y nos mantuvimos allí hasta septiembre de 1999. Fue una época entrañable,
de crecimiento y dedicación plena.
En
ese instante estaba arrancando el Parque Social; el padre Azagra y el ex rector,
padre Ugalde (quien nos había visitado en Antímano) tenían conocimiento de esta
iniciativa. De hecho, un tiempo antes, me convocó a una reunión, en la cual me
mostró los planos del Parque. En particular, desplegó sobre un gran mesón los
planos del que después sería el edificio de Educación Comunitaria y me preguntó
“dónde piensas que puede estar la sede de una posible Unidad de Psicología”. En
minutos identificamos juntos la mejor ubicación. Al tiempo -mediados de 1999- me llamó
para que trasladáramos la experiencia de Unaclip al Parque Social.
Entonces, en octubre de ese año arrancamos en la sede donde nos hallamos hoy.
De la mano del padre Azagra, de Silvana Campagnaro, entonces directora de la
escuela y de Manuel Llorens, a quien le había pedido que me acompañara en el
esfuerzo paralelo de consolidar el postgrado de psicología clínica comunitaria,
constituimos la Unidad de Psicología del Parque Social.
En
diciembre de 2000 ingresó el primer personal de planta: María Alejandra
Corredor, María Alejandra Barreto, Deborah Urribarrí e Iván Pazo, quienes junto
a Manuel fueron los psicólogos fundadores y, además, se sumó Esther Chacón como
psiquiatra. Recuerdo que en una reunión en diciembre de aquel año 99, se lanzó
al aire la pregunta: “¿Quién va a dirigir esto…?” (No se había conversado nada
al respecto). El padre Azagra, como era
su costumbre, con toda naturalidad y sin ambages, dijo: “Juan Carlos…” (con una
cara de convicción que seguro no se parecía a la mía). Así fue mi designación: expedita y sin rodeos.
¿Qué cátedras de psicología dictas?
––Desde
que inicié labores en la UCAB, dentro de la escuela de psicología, siempre he sido profesor de prácticas en lo que
antiguamente era psicología clínica y
que, luego de una reforma de pénsum, viene llamándose psicopatología/clínica II (centrada en la población adulta). Es una
materia del 5to.año. Soy básicamente un supervisor del trabajo práctico de los
alumnos. Es una de las tareas de vida que más me satisface pues representa la
clase de trabajo académico que se aproxima mejor al ejercicio clínico real y
concreto.
Luego
en el postgrado de psicología clínica comunitaria dicto las materias clínica psicológica y evaluación en psicología II. Además,
dirijo ese programa. Desde el inicio, el
postgrado y la Unidad han crecido de la mano. Se alimentan en una relación
fructífera de doble vía.
--¿Cuál es para ti la importancia de la psicología
comunitaria en el contexto de nuestro país? ¿Y de la investigación de esta área
de la psicología?
––La
concebimos como un área que de forma intrínseca se dirige a ocuparse,
reflexionar e intervenir en varios niveles (que incluyen el trabajo preventivo
y formativo) sobre algunos de los problemas psicosociales más acuciantes y
centrales de nuestro contexto. Me refiero, por ejemplo, a la violencia que
asume diversos rostros y terrenos de expresión (en la pareja, familia,
escuelas; en el ámbito comunitario y político); las condiciones de desigualdad
y carencia socioeconómica, y cómo ello impacta en la realidad vital y psíquica
de las personas; las situaciones de discriminación; y fenómenos como el
embarazo precoz. Además, es un área que detenta una postura clara: Respeta e
incorpora la visión que de su contexto tienen los posibles beneficiarios. Así que
un ideal que nos impulsa es distanciarnos del asistencialismo abusivo.
–– ¿Cómo describirías tu labor?
––Es la de acompañar a un grupo de brillantes
jóvenes profesionales para que encuentren un marco de libertad y riqueza
intelectual que los inspire a desarrollar sus destrezas y capacidades. A partir
de allí, espero que ese marco se refleje en la gestación de una oferta de
servicios cónsona con nuestras realidades, digna y de calidad, apegada a
principios éticos insoslayables.
–– ¿Qué te inspira trabajar aquí?
––Lo
puedo responder en dos planos. Primero uno racional que incluye aspectos como
los siguientes:
-
La cualidad de este proyecto que aúna la prestación de servicios en el área
psicológica, e integrarla a la formación de nuevos profesionales y a la
producción de conocimiento contextualizado, a través de la investigación. Es un
modelo inédito en nuestro medio
-Haber
contribuido a la gestación de una iniciativa que tiene la posibilidad constante
de depurarse
-
El que nos hallemos dentro de una organización que se concibe como una bisagra
entre la Universidad y los sectores cercanos que le dan sentido y razón de ser.
Se trata de una metáfora rica y productiva.
Desde un plano más íntimo y
personal, hoy día se ha revitalizado una idea dentro del mundo de la psicología
que siempre consideré como reflejo de una verdad incuestionable. Los que nos
dedicamos a esta clase de profesiones solemos provenir de historias que incluyen experiencias bastante
dolorosas y, a través de nuestro involucramiento sistemático con la ayuda al
otro, procuramos restañar heridas y sublimar insatisfacciones y consecuencias
que derivan de tales antecedentes. En la actualidad, esto se llama de forma
convencional la hipótesis del “sanador herido”. No creo que la palabra sanador
corresponde a cómo me vería, pero la de herido sí. En todo caso, la potencialidad
implícita en el hecho de colaborar para que otros mitiguen su dolor, crece
exponencialmente cuando te comprometes con iniciativas de carácter colectivo,
como es una unidad de psicología.
–– ¿Qué diferencia al Parque Social de otros
lugares?
––La libertad para producir. Hay pocos
condicionamientos y limitaciones a la creatividad. Luego, la integración de
múltiples servicios que aspiran a tener una sólida base académica y profesional
––Describe al Parque Social en una frase
––La
consolidación de una idea: salir de una lógica puramente académica –o academicista-,
cuando distintas áreas del conocimiento y de la formación universitaria
confrontan sus posturas con la realidad y, a partir de allí, demostrar que esa
base, esa impronta académica, funciona como terreno sólido para delinear y
estructurar la cualidad de los servicios que se prestan. Resulta claro que,
luego, esta confrontación con la realidad termina por alimentar y mejorar el
conocimiento impartido en la universidad.
–– ¿Cómo te gustaría ver al Parque Social en un
futuro?
-
Como una entidad con menos limitaciones económicas
-
Con mayor integración aún de estudiantes y trabajo de investigación
-
Con la posibilidad de llegar a los más desasistidos, dentro de los desasistidos
-
Esperaría que se sumen al Parque nuevas áreas, otras escuelas, cuyo aporte
sería muy significativo
-
Considero necesario fortalecer la interrelación entre las diferentes áreas del
Parque
-
También difundir y, en especial, publicar con más empeño nuestros aportes
–– ¿Qué hace de tus días algo diferente? Familia,
distracciones, etc.
––Interpreto
la pregunta como aquello que completa mi felicidad. Sin duda alguna, la vida
familiar que, además de mi esposa, incluye a mis dos hijos. Los tres son fuente
de satisfacción, sorpresa, retos, autoexigencia y respeto por las diferencias. Considero
que mucho de eso constituye el amor.
Este
recuerdo escondido entre tantos, me
acaba de traer a la cabeza algo que cada día valoro más y que suele brindarme momentos
gratos es el silencio. Con el paso del tiempo, valoro los instantes en los
cuales el silencio acorrala a la palabrería intrascendentey al ruido voraz.
Permiten el recogimiento y la posibilidad de reflexionar.
Luego
soy lector (como quizá todo lector, uno que desearía leer más y mejor) y
melómano empedernido. La música es una presencia inevitable, fraterna y
acogedora.
––Cuéntanos alguna anécdota en el Parque
Cuando
el Parque recién iniciaba labores, me encontraba un mediodía parado en medio del estacionamiento junto al padre Azagra. Dentro de varias cosas, le comenté lo solo que
se veía el panorama. Me dijo con certeza prístina: “espera unos pocos años;
esto no se dará abasto”. Hoy miro las señales de “No pare” en fondo amarillo y
los múltiples conos que intentan ordenar los estacionamientos y recuerdo ese
breve diálogo (“paradojas de la masificación”).
Entrevista y fotografías: María Fernanda Mujica Ricardo
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