El próximo
martes, 5 de marzo, Fe y Alegría cumple 58 años de fidelidad
inquebrantable al pueblo más pobre y de esfuerzo sostenido por brindarle una
educación de verdadera calidad. Los fundadores de Fe y Alegría tenían muy
claro que la educación sólo sería medio de superación y dignificación si
era una educación de calidad: “La educación de los pobres no puede ser
una pobre educación”, fue la consiga del Fundador, el P.
Vélaz, que, desde los orígenes, ha iluminado los esfuerzos y
búsquedas de Fe y Alegría. Lograr calidad educativa en contextos de
marginalidad y de pobreza sólo sería posible si la escuela
compensaba las desigualdades sociales de origen y brindaba a los alumnos los
medios necesarios para garantizar su aprendizaje. De ahí que ya en las
primeras escuelas de Fe y Alegría, y a pesar de no contar entonces con ningún
apoyo del Estado, empezaron a funcionar comedores escolares, roperos,
dispensarios médicos, bibliotecas comunitarias, y las puertas se abrieron no
sólo a los niños y jóvenes, sino a todos los miembros de la comunidad. Durante
el día acudían a clases los niños y los jóvenes, y en las noches y fines de
semana los adultos, con los que se iniciaron cursos de alfabetización,
capacitación laboral, higiene y salud, economía familiar, atención y cuidado de
los hijos, y se organizaron cooperativas de ahorro y de consumo.
Las escuelas
eran también capillas y, sobre todo, hogares, pues desde el comienzo Fe y
Alegría consideró el amor a los alumnos como su principal principio pedagógico.
Un amor que debía traducirse en unas relaciones de cercanía, servicio y
amistad, y en unas escuelas sencillas pero bonitas y bien cuidadas, donde los
alumnos se sintieran a gusto y muy queridos. Por ello, desde sus inicios Fe y
Alegría privilegió la formación permanente de sus maestras y maestros, por
considerarlos la pieza clave para una educación integral de calidad. Una
maestra cariñosa, bien formada, que ama su profesión y ama a todos sus alumnos,
es el mejor regalo que le puede tocar a un grupo de niños en la vida.
No en vano Fe y Alegría eligió identificarse con un corazón que tiene en su
interior tres niños tomados de la mano, y quiso que la alegría verdadera, como
fruto de la fe hecha servicio desinteresado, se trepara a su propio
nombre.
Hoy, 58 años
después de su nacimiento, Fe y Alegría está en todos los rincones de Venezuela
con escuelas en las que se enseña a aprender, a producir y a ser
solidario; centros de capacitación laboral para volver a insertar a los
que desertaron del sistema educativo y formarlos para el trabajo y para la
vida; institutos universitarios con profunda dimensión comunitaria y una
red de emisoras, abiertas a todas las voces, con programas de capacitación y
formación. Y Fe y Alegría, para algunos el producto de exportación más
valioso de Venezuela, está hoy presente en 18 países de
América Latina, en el más pobre de África, El Chad, donde casi la
totalidad de los alumnos son musulmanes, en España y en Italia donde
ofrece el bachillerato a los emigrantes ecuatorianos. A pesar de sus éxitos
reconocidos nacional e internacionalmente, y a pesar de que inexplicablemente,
sus trabajadores en Venezuela todavía no disfrutan de los mismos
beneficios que sus colegas de la educación oficial, entre ellos, el de la
jubilación, Fe y Alegría sigue trabajando con renovados bríos por
garantizar a todos sus alumnos una educación de verdadera calidad.
Para Fe y
Alegría, la educación es de calidad si forma auténticas personas y ciudadanos
productivos y solidarios, con capacidad de insertarse activamente en el mundo
del trabajo y de la producción, y realmente comprometidos con el bien
común. Educación que enseña a vivir y a convivir, a defender la vida, a
dar la vida para que todos podamos vivir con dignidad y en fraternidad. De
ahí que, en este año, su lema es “Compromiso por la vida”, lo
que supone enseñar a valorar la vida, a resolver los conflictos por vías
pacíficas, a rechazar la violencia venga de donde venga y promover la
cultura de la paz y de los derechos humanos.
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