"El desarrollo de las redes sociales requiere un compromiso: las
personas se sienten implicadas cuando han de construir relaciones y
encontrar amistades, cuando buscan respuestas a sus preguntas, o se
divierten, pero también cuando se sienten estimuladas intelectualmente
y comparten competencias y conocimientos. Las redes se convierten así,
cada vez más, en parte del tejido de la sociedad, en cuanto que unen a
las personas en virtud de estas necesidades fundamentales. Las redes
sociales se alimentan, por tanto, de aspiraciones radicadas en el
corazón del hombre. La cultura de las redes sociales y los cambios en
las formas y los estilos de la comunicación suponen todo un desafío
para quienes desean hablar de verdad y de valores. A menudo, como
sucede también con otros medios de comunicación social, el significado
y la eficacia de las diferentes formas de expresión parecen
determinados más por su popularidad que por su importancia y validez
intrínsecas. La popularidad, a su vez, depende a menudo más de la fama
o de estrategias persuasivas que de la lógica de la argumentación. A
veces, la voz discreta de la razón se ve sofocada por el ruido de tanta
información y no consigue despertar la atención, que se reserva en
cambio a quienes se expresan de manera más persuasiva. Los medios de
comunicación social necesitan, por tanto, del compromiso de todos
aquellos que son conscientes del valor del diálogo, del debate
razonado, de la argumentación lógica; de personas que tratan de
cultivar formas de discurso y de expresión que apelan a las más nobles
aspiraciones de quien está implicado en el proceso comunicativo. El
diálogo y el debate pueden florecer y crecer asimismo cuando se
conversa y se toma en serio a quienes sostienen ideas distintas de las
nuestras. «Teniendo en cuenta la diversidad cultural, es preciso lograr
que las personas no sólo acepten la existencia de la cultura del otro,
sino que aspiren también a enriquecerse con ella y a ofrecerle lo que
se tiene de bueno, de verdadero y de bello» (Discurso para el Encuentro
con el mundo de la cultura, Belém, Lisboa, 12 mayo 2010). Las redes
sociales deben afrontar el desafío de ser verdaderamente inclusivas: de
este modo, se beneficiarán de la plena participación de los creyentes
que desean compartir el Mensaje de Jesús y los valores de la dignidad
humana que promueven sus enseñanzas. En efecto, los creyentes advierten
de modo cada vez más claro que si la Buena Noticia no se da a conocer
también en el ambiente digital podría quedar fuera del ámbito de la
experiencia de muchas personas para las que este espacio existencial es
importante. El ambiente digital no es un mundo paralelo o puramente
virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de muchos,
especialmente de los más jóvenes. Las redes sociales son el fruto de la
interacción humana pero, a su vez, dan nueva forma a las dinámicas de
la comunicación que crea relaciones; por tanto, una comprensión atenta
de este ambiente es el prerrequisito para una presencia significativa
dentro del mismo. La capacidad de utilizar los nuevos lenguajes es
necesaria no tanto para estar al paso con los tiempos, sino
precisamente para permitir que la infinita riqueza del Evangelio
encuentre formas de expresión que puedan alcanzar las mentes y los
corazones de todos. En el ambiente digital, la palabra escrita se
encuentra con frecuencia acompañada de imágenes y sonidos. Una
comunicación eficaz, como las parábolas de Jesús, ha de estimular la
imaginación y la sensibilidad afectiva de aquéllos a quienes queremos
invitar a un encuentro con el misterio del amor de Dios. Por lo demás,
sabemos que la tradición cristiana ha sido siempre rica en signos y
símbolos: pienso, por ejemplo, en la cruz, los iconos, el belén, las
imágenes de la Virgen María, los vitrales y las pinturas de las
iglesias. Una parte sustancial del patrimonio artístico de la humanidad
ha sido realizada por artistas y músicos que han intentado expresar las
verdades de la fe. En las redes sociales se pone de manifiesto la
autenticidad de los creyentes cuando comparten la fuente profunda de su
esperanza y de su alegría: la fe en el Dios rico de misericordia y de
amor, revelado en Jesucristo. Este compartir consiste no solo en la
expresión explícita de la fe, sino también en el testimonio, es decir,
«en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean
profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable
explícitamente de él». (Mensaje para la Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales 2011). Una forma especialmente significativa de
dar testimonio es la voluntad de donarse a los demás mediante la
disponibilidad para responder pacientemente y con respeto a sus
preguntas y sus dudas en el camino de búsqueda de la verdad y del
sentido de la existencia humana. La presencia en las redes sociales del
diálogo sobre la fe y el creer confirma la relevancia de la religión en
el debate público y social. Para quienes han acogido con corazón
abierto el don de la fe, la respuesta radical a las preguntas del
hombre sobre el amor, la verdad y el significado de la vida ―que están
presentes en las redes sociales― se encuentra en la persona de
Jesucristo. Es natural que quien tiene fe desee compartirla, con
respeto y sensibilidad, con las personas que encuentra en el ambiente
digital. Pero en definitiva los buenos frutos que el compartir el
Evangelio puede dar, se deben más a la capacidad de la Palabra de Dios
de tocar los corazones, que a cualquier esfuerzo nuestro. La confianza
en el poder de la acción de Dios debe ser superior a la seguridad que
depositemos en el uso de los medios humanos. También en el ambiente
digital, en el que con facilidad se alzan voces con tonos demasiado
fuertes y conflictivos, y donde a veces se corre el riesgo de que
prevalezca el sensacionalismo, estamos llamados a un atento
discernimiento. Y recordemos, a este respecto, que Elías reconoció la
voz de Dios no en el viento fuerte e impetuoso, ni en el terremoto o en
el fuego, sino en el «susurro de una brisa suave» (1R 19,11-12).
Confiemos en que los deseos fundamentales del hombre de amar y ser
amado, de encontrar significado y verdad ―que Dios mismo ha colocado en
el corazón del ser humano― hagan que los hombres y mujeres de nuestro
tiempo estén siempre abiertos a lo que el beato cardenal Newman llamaba
la «luz amable» de la fe. Las redes sociales, además de instrumento de
evangelización, pueden ser un factor de desarrollo humano. Por ejemplo,
en algunos contextos geográficos y culturales en los que los cristianos
se sienten aislados, las redes sociales permiten fortalecer el sentido
de su efectiva unidad con la comunidad universal de los creyentes. Las
redes ofrecen la posibilidad de compartir fácilmente los recursos
espirituales y litúrgicos, y hacen que las personas puedan rezar con un
renovado sentido de cercanía con quienes profesan su misma fe. La
implicación auténtica e interactiva con las cuestiones y las dudas de
quienes están lejos de la fe nos debe hacer sentir la necesidad de
alimentar con la oración y la reflexión nuestra fe en la presencia de
Dios, y también nuestra caridad activa: «Aunque hablara las lenguas de
los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que
suena o címbalo que retiñe» (1 Co 13,1). Existen redes sociales que, en
el ambiente digital, ofrecen al hombre de hoy ocasiones para orar,
meditar y compartir la Palabra de Dios. Pero estas redes pueden
asimismo abrir las puertas a otras dimensiones de la fe. De hecho,
muchas personas están descubriendo, precisamente gracias a un contacto
que comenzó en la red, la importancia del encuentro directo, de la
experiencia de comunidad o también de peregrinación, elementos que son
importantes en el camino de fe. Tratando de hacer presente el Evangelio
en el ambiente digital, podemos invitar a las personas a vivir
encuentros de oración o celebraciones litúrgicas en lugares concretos
como iglesias o capillas. Debe de haber coherencia y unidad en la
expresión de nuestra fe y en nuestro testimonio del Evangelio dentro de
la realidad en la que estamos llamados a vivir, tanto si se trata de la
realidad física como de la digital. Ante los demás, estamos llamados a
dar a conocer el amor de Dios, hasta los más remotos confines de la
tierra. Rezo para que el Espíritu de Dios os acompañe y os ilumine
siempre, y al mismo tiempo os bendigo de corazón para que podáis ser
verdaderamente mensajeros y testigos del Evangelio. «Id por todo el
mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15)."
Vía Fe y Alegría
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