lunes, 27 de octubre de 2014

“Tengo una hija que crece a la par de Santa Inés”



William Bonilla  no distingue la medicina pública de la privada. No lo dice por decirlo, lo hace.



Desde pequeño a uno le enseñan del peligro de exponerse a los Rayos X, pero toparse con un técnico profesional que explique su oficio y se sienta muy orgulloso de su trabajo es satisfactorio.

Nuestro personaje fundador del Centro de Salud Santa Inés UCAB estuvo desde los inicios en la puesta en marcha del servicio de imágenes. Se enteró del proyecto del centro gracias a los médicos José Ramón Noguera e Irma Guerrero, el primero radiólogo y la segunda radiólogo y neumonólogo que trabaja también en Santa Inés. Estos médicos fueron los asesores de la estructura y el ambiente de un área tan especializada como son las imágenes. 

“Traje el currículo, presenté los exámenes y afortunadamente ingresé en septiembre de 1999. Mi esposa estaba embarazada y dio a luz nuestra tercera y última hija en diciembre. Yo digo que ella creció junto a Santa Inés: gateó, le salieron los dientes y ya, tanto ella como el Centro caminan solos”.

William es expresivo. Ama a su familia y dice que gracias a su trabajo la pudo levantar. “Primero me gradué yo, y luego lo hizo mi esposa quien también es TSU en Radiología egresada del Hospital Universitario de Caracas. Repetí el ejemplo de mi padre que era profesor cuando se casó con mi madre, allá en San Cristóbal, y como le llevaba 30 años le dijo que debía estudiar pues lo más lógico era que él muriera primero. Y así fue, pues gracias a la labor de mi mamá como maestra en Barrancas-Barinas pudo criarnos sola a nueve hermanos en total. Éramos once pero se murieron dos pequeños. Mi papá había sido seminarista, antes de casarse”.

Sus hijas se llaman Orwimar Victoria (la pequeña), Marjorie que es ingeniero de sistemas y Wendy también TSU, pero en cardiopulmonar, de la UCV.

–– ¿Cuéntanos como es tu trabajo?
––Esta labor es movida a la cual hay que entregarse porque la información del diagnóstico servirá de apoyo para precisar una enfermedad que puede estar comenzando, o aclarar si es un simple dolor por angustia. Esto implica mucho compromiso y responsabilidad ya que cualquier error puede desencadenar un pronóstico impredecible. Hay personas que llegan con mucha molestia y lo que necesitan es que al tomarle la placa también se les oiga pues están tristes y aprehensivas, y al calmarse el estado de ánimo les cambia y quieren brindarle a uno un café o una galleta, y otros hasta dar dinero. Y hay que cuidarse de eso. Hay gente que cree que el agradecimiento es dar plata y para eso cancelan el servicio.

Cada día que vengo a la Católica me siento alegre porque el ambiente en el Parque Social y en Santa Inés es agradable pues la gente lo es. Entonces, no siento la presión que puede haber en Tomografía porque el medio es suave y la mañana se me pasa como un suspiro.

Yo he tenido mucha suerte porque profesionalmente tuve la oportunidad de iniciarme con el primer tomógrafo. Los actuales son más sofisticados y he tenido que estudiar constantemente. En el servicio, el equipo rota por todas las áreas para aprender, a excepción del mamógrafo porque allí los técnicos son mujeres.

--¿Tomas tus previsiones?
––Ante todo evito hacer repeticiones, cargo el dosímetro (plaquita que mide la intensidad de los rayos que se porta fuera de la bata) y éste alerta sobre una posible fuga de radiación. Hay que estar pendiente. No uso peto o chaleco porque no estoy directamente expuesto al haz de radiación. En quirófano sí tienen que utilizarlo los médicos radiólogos, los anestesiólogos y todos los que trabajan en espacios libres donde existe mayor exposición a las radiaciones porque no existen barreras. 

En los inicios de Santa Inés realicé pruebas de radiación en el ambiente. Estas áreas se protegen con plomo, las paredes son más gruesas y existen las pinturas especiales.

Es agradable conversar con un ser humano que le gusta lo que hace, donde lo hace y aprecia a sus compañeros. Como su hija quiere estudiar en la UCAB, tiene la ilusión de seguirla viendo crecer al igual que Santa Inés. A su niña, profesionalmente y al Centro, aún más consolidado en las áreas de atención y de consultas.Dice que le inspira el espacio del Parque, sus colegas y los jefes. La amistad con la gerencia les ha permitido establecer un diálogo y no una mera relación patrón y trabajador. Si surgen dificultades se aceptan sugerencias de los dos lados.

–– ¿Cómo te gustaría ver al Centro de Salud Santa Inés en el futuro?
--Sin perder la vista el deseo del doctor Simón Planas (el creador de la Fundación Inés de Planas que dio base al proyecto), desearía ver esto hecho un hospital con todos sus servicios, trabajando las 24 horas, con pasantes en el área de la medicina.

William es pequeño, delgado y muy canoso. Todas las tardes, esa figura menuda se traslada al Instituto Oncológico Luis Razetti en Cotiza donde lleva 26 años en ejercicio. Le preguntamos si allí su labor es más dura y contesta: “Por el solo hecho de estar presente la palabra cáncer es más fuerte. Allá somos psicólogos, hermanos, padres. Todo el mundo quiere ser escuchado y eso me ha ayudado mucho en mi carrera y así actúo también Santa Inés. Por eso es que yo no distingo la medicina pública de la privada. No lo digo por decirlo, lo hago. La radioterapia es muy humana, pero no todos sirven para esto. A mí me gustó por carambola. Yo estudiaba medicina y me era muy duro ser esposo, padre y estudiante a la vez. Me cambié a radiología y sin saberlo fue lo mejor que pude hacer. Me siento agradado con mi carrera y consolidado. Me dio base para sostener a mi familia y hasta para ayudar a otros familiares. No me arrepiento”, finaliza con el tema de su ocupación.

–– ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
––Me encanta la playa, compartir con mi familia y mis amigos. Cocinarles pescado frito y sancochos y manejar para conocer nuevos lugares.

–– ¿Nos cuentas alguna anécdota?
––Como ya dije, quedamos huérfanos pequeños. Mi hermano mayor tenía 9 años y yo 3. A mi mamá la trasladaron de San Cristóbal a Barinas con un cargo de maestra. Y a pesar de tener 9 hijos también se llevaba a comer a la casa a sus alumnos más pobres. Nos educó y jamás nos pegó y todos obtuvimos un título. Esa era mi madre, que ahora se pasa temporadas con cada uno de sus hijos”.




Texto: María Fernanda Mujica Ricardo
Fotos: Ana Gabriela Páez Linares.

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