De profesión modista, cosió para sus clientes todo tipo de trajes, de fiesta, de novia, menos pantalones, hasta que su esposo se agravó y tuvo que dedicarse a su cuidado. Esos son los males de la diabetes, a la que María aprendió a dominar gracias a lo asimilado en los talleres que dicta la coordinación de Estilos de vida saludable.
Su esposo no aprendió de la enfermedad
––Aquí todo es diferente. Siento que esta es mi casa. Hay todos los servicios médicos, laboratorio, odontología, oftalmología y todo me lo hago revisar aquí; lástima que no haya cirugía. Desde hace un tiempo mi médico de cabecera es el geriatra, “es un amor”. Yo me atendía con la endocrino pero como tiene tantos pacientes, mi consejera que es Carolina, me sugirió venir donde el doctor Adonis Leal. “Me enamoré de él el día que asistí a la primera consulta, lástima que sea pequeño”, y se ríe con picardía esta linda mujer que le agradece a la vida tener cuatros hijos (cuenta al yerno y a la nuera), profesionales muy estudiosos que trabajan en La Católica y cuatro nietos; la mayor estudia dos carreras en la UCAB.
María cuenta que pudiese estar acompañada aún con su esposo, pero él que era diabético nunca siguió las recomendaciones de los talleres, y comía y bebía mucho. Hubo que amputarle una pierna en el año 2001, y lo cuidó durante doce años, pero ya en los últimos meses la ayudaron dos enfermeras que se turnaban de día y de noche, porque ella se iba acabando con la agonía de su marido. “Llegaron a inyectarle insulina dos veces al día. Por eso es que uno debe cuidarse, porque si no, el enfermo le echa la broma a la familia, en sufrimiento, atención y en lo económico. En los talleres yo tomaba la palabra y repetía eso. Y -con voz más suave- dice “Mi esposo era buen hombre, pero con la bondad no se va al abasto”.
Ante la pregunta de cómo quisiera ver al Parque Social UCAB en el futuro comenta: “Pero si el Parque Social siempre está lindo, la grama está cortada, las matas están cuidadas y tienen flores; la gente es atenta de verdad, verdad pues yo no pido nada más, lo veo bien”.
María, antes de irse con una productora de un canal de televisión para dar su testimonio sobre Santa Inés, confesó que a su nieta, la que estudia en la UCAB, le fascina como ella dice “manito, manita”. Y sí es una forma coloquial de cuando Caracas era una ciudad más amable para gente como María y para todos los habitantes de Caracas, la llamada “sucursal del cielo”.
Nota: “manito” es un diminutivo de hermano en tono de confianza. Expresión proveniente de México, ya en desuso. En las películas mexicanas de los años 50, 60, y en las de Cantinflas los personajes se decían: “manito, manita”. Quizás por eso, fue corriente en el habla del venezolano en los años sesenta.
Texto y fotos: María Fernanda Mujica.
2 comentarios:
Mi querida paciente Maria Alvarez, sorprendido y emocionado por su comentario!!!
Adonis Leal, Geriatra
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