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jueves, 1 de junio de 2017

LUZ ANTOLINEZ, INTERNISTA DE SANTA INÉS ESTIMA LA ÉTICA DEL CENTRO

Luz Antolinez defiende la buena alimentación
         
La calidad de Santa Inés se ha mantenido gracias al trabajo en equipo

Siempre sonreída para sus pacientes

Luz Antolinez es egresada de la UCV, suma dos postgrados, uno en Medicina Interna en el Hospital General Dr. José Ignacio Baldó también conocido como Hospital “El Algodonal” y el segundo en Medicina Familiar en la Universidad de Oriente.

Debido a que le gusta el trato con el ser humano, conocerlo y establecer una relación médico-paciente adecuada escogió sus especialidades. “Se conoce más de la enfermedad con el interrogatorio al paciente que a través del examen o evaluación física”, asegura la bella doctora.

Comenzó en el CSSI a través de una convocatoria en prensa cuando se inauguró el Centro. No fue seleccionada en el primer equipo de médicos pero le propusieron trabajar en la sede de La Pradera. Ella esperó hasta que la volvieran a llamar porque quería era trabajar en Santa Inés UCAB.  

“A la convocatoria asistí con aproximadamente otros 300 postulantes, en donde presentamos una serie de pruebas, y entre nosotros comentábamos que si nos iban a mandar para la luna porque fue muy exigente el criterio de selección”, relata Antolinez.
Se siente muy comprometida con Santa Inés. Señala que aquí lo más importante es el paciente y el trato para con ellos pues el objetivo es que se sientan bien atendidos en todos los sentidos, y comenta que esto se ha mantenido a lo largo del tiempo.

Como pasatiempo, se considera “cocinera de corazón” ya que desde su experiencia personal asegura “que lo que comes determina tu salud” y desde hace siete años se ha dedicado a estudiar la influencia de la alimentación en el cuerpo humano y, cada día está más convencida que la prevención de las enfermedades comienza con una adecuada alimentación.

Trabajó en el servicio médico de la Alcaldía Sucre del que está jubilada, sin embargo, le tiene mucho cariño y lo recomienda ampliamente ya que “es una maravilla”.

Le encantaría seguir trabajando en Santa Inés y seguir celebrando más años junto al Centro, el que en septiembre de este año celebrará 18 años de fundado.

Con Julia, la estudiante que hace la Ley de Servicio Comunitario

Fueron justamente las formas de trabajar asentadas por la gerente general, María Matilde Zubillaga y el director médico Carlos Paradisi (ambos fallecidos), pioneros del Centro que la motivaron a trabajar en el CSSI. También recuerda con mucho cariño a Rafael Romero (también fallecido), jardinero de las áreas verde del Parque Social quien le tenía mucho afecto a Santa Inés. Afirma que el nivel de entrega y de estímulo de estas personas fue lo que hizo crecer al Parque Social y esa calidad de servicio con humanidad se ha contagiado a los equipos y al personal actual.

Entrevista y fotografías: Julia Andrea Herrera López


martes, 13 de enero de 2015

palabras de despedida a María Matilde Zubillaga en CSSI Agosto 2004



Caracas, 13 de Agosto de 2004



DESPEDIDA MARÍA MATILDE

Siento un gran compromiso en decir unas palabras el día de hoy, y como no quiero que se me escapen de la cabeza las ideas claves de lo que quiero expresar, decidí plasmar en un papel algunos de los recuerdos y significados que ha tenido para mí (y creo que para gran parte de los que estamos aquí) el haber compartido y trabajado con María Matilde hombro con hombro en estos últimos cinco años y medio.

No es fácil resumir en un breve espacio la increíble labor desarrollada por María Matilde al frente del Centro de Salud Santa Inés, desde su concepción hasta lo que se ha convertido hoy en día. Y no es fácil resumirlo porque la cantidad de detalles que tendría este documento haría imposible leerlo completo el día de hoy, pues aunque con insistencia, a la hora de emprender un nuevo proyecto María Matilde siempre nos recuerda: “lo perfecto es enemigo de lo bueno” con la clara idea de optar por las cosas buenas pero realizables, siempre en la práctica ha procurado hacer las cosas con una alta dosis de perfección. Entonces, quizás dejo de un lado algunos detalles perfeccionistas e intento dar una “buena” semblanza del enorme privilegio de haber compartido con María Matilde este último lustro.

Nos ha tocado a todos los aquí presentes vivir una realidad un tanto atípica si la comparamos con lo que sucede en el resto del país. Mientras el clima político se ha ido exacerbando nosotros hemos continuado nuestra labor, mientras la economía ha sido dura para gran parte de la población, nosotros hemos seguido creciendo en servicios y en número de pacientes y hemos podido mejorar año a año los beneficios de contratación de todos los que trabajan en el Centro de Salud; y por sobre todas las cosas, cuando millones de personas van a sus trabajos con desgano y sin hacer lo que realmente les gusta, un enorme porcentaje de los que venimos día a día a este Parque, lo hacemos con gusto, con deseos de trabajar y de aportar un nuevo día de trabajo con alegría y optimismo para bien de nuestros pacientes y de nuestro país. Todos estos detalles y beneficios no son obra del azar, sino de la creación de una institución cimentada en valores; valores que son compartidos por sus miembros y que nos dan una identidad única…. Y la creación de una institución con estas características tampoco se debe a la buena suerte sino a la puesta en práctica de algo que una vez fue solo el sueño de algunos cuantos soñadores. Las instituciones y los países muchas veces cuentan con algunos visionarios que pueden ver más allá de donde ven los demás, que pueden soñar en cosas mejores y que son capaces de poner en marcha los engranajes necesarios para que esto se lleve a la práctica. Yo me he sentido realmente afortunado al poder compartir con algunos de estos visionarios a lo largo de mi vida; personas que te estimulan a ver más allá de lo que alcanza la vista, que ven lo hermoso de la siembra de un árbol en función de generaciones futuras pues el tiempo no les permitirá ver esos árboles en su esplendor; personas que impulsan sólidas instituciones aunque estas no estén bajo su dirección en un futuro.

Mi experiencia en Santa Inés ha tenido que ver mucho con visionarios y su presencia y empuje ha estimulado a muchos de nosotros a pensar en grande. Sin lugar a dudas los Padres Azagra y Ugalde han sido un pilar fundamental de esta obra. Nuestro querido P. Azagra siempre nos ha estimulado a soñar y no porque le parezca bonito (a parte de lo bonito que pueda ser), sino por su experiencia de que los sueños se hacen realidad si se trabaja para ello. No en vano una vez soñó en un basurero convertido en Parque, y ese es el Parque que hoy nos alberga. El P. Ugalde también ha sido un extraordinario hombre de ideas, pero de ideas llevadas a la práctica. Cuando por primera vez hablé con él sobre el entonces “proyecto de Centro de Salud”, no hizo énfasis en la cantidad de pacientes que podríamos ver, ni en el beneficio directo de los pacientes que saldrían sanos de nuestro Centro de Salud (eso lo dio por hecho). Hizo énfasis en la manera en que podíamos influir en las políticas públicas de salud, hizo énfasis en crear un modelo de centro de salud que le dijera al país que las cosas sí son posibles de realizar con nosotros al frente, con venezolanos a la cabeza.

Sin lugar a dudas que todas estas ideas las recogió la tercera visionaria del cuento: María Matilde Zubillaga, quien ha sabido conjugar las ideas y experiencias de muchos para construir un modelo de gestión factible, apoyado en la calidad y en la dignidad humana de todo el que necesite una mano para que su salud sea mejor. Cuando yo llegué a trabajar en Santa Inés en Enero del 99 ya existía un plan bastante preciso del modelo que se pretendía poner en práctica. En ese entonces la oficina del Parque Social estaba ubicada el la Universidad, en lo que era la oficina de proyectos de la UCAB que dirigía el Padre Azagra. Azagra, María Matilde y Yo compartíamos la misma oficina y una sola computadora que nos alternábamos según las necesidades de cada quien. Mis primeros días de trabajo llevaba para la casa el proyecto que María Matilde había desarrollado durante el año 98, tomando como referencia la experiencia de otros centros de salud relativamente parecidos a lo que queríamos desarrollar en Santa Inés. Hoy en día aún me sorprende lo preciso que se ha ido cumpliendo ese proyecto inicial. En el mismo se proponía misión y visión, valores y los principales objetivos que se debían estimular desde la gerencia. Hoy esa misión y esos valores forman parte de todos nosotros, son nuestra razón de ser como institución y los objetivos no sólo se han ido cumpliendo, sino que han superado las expectativas iniciales. ¿Quién iba a pensar que a estas alturas ya hayamos ofrecido más de 230.000 servicios de salud de diversa índole, desde una vacunación, pasando por una gran variedad de consultas especializadas, hasta una moderna tomografía helicoidal con reconstrucción 3D? ¿O que ya han pasado por nuestros cursos de educación para la salud más de 600 participantes? ¿Quién habría apostado en el año 99 que en menos de 5 años no sólo Santa Inés hubiese crecido como lo ha hecho, sino que fuese capaz de crear una red de servicios de salud como AVESSOC? ¿Quién que nos hubiese visto en esa oficina del Padre Azagra años atrás sabría a ciencia cierta que hoy ya seríamos más de 80 personas las que hacemos vida en esta institución? O ¿Quién de los estuvo presente ese 13 de Septiembre del 99, cuando abrimos con 4 especialidades médicas y un equipo de rayos X, un ultrasonido y un laboratorio de rutina a media máquina, se imaginaría que hoy ya íbamos a contar con 18 especialidades médicas mejor dotadas, servicios de diagnóstico más sofisticados, con mayor capacidad tanto en tiempo de atención como en beneficios diagnósticos?

Esto nos da la idea de que hemos construido una verdadera  y sólida organización, no edificada sobre personas en particular, sino en su razón de ser, en la capacidad que tenga la misma para cumplir las metas que se ha planteado, esté quien esté ocupando cada puesto de la organización. Y esa ha sido la orientación principal que María Matilde le ha querido dar a Santa Inés; una institución que tenga fundamentos en su misión, valores y objetivos, para que quienes nos sucedan a todos nosotros puedan continuar con el espíritu de equipo que nos ha traído hasta donde hemos llegado hoy, para que ese valor intangible que no sabemos como definir pero que corre por las venas de los que trabajamos en Santa Inés siga permaneciendo en el tiempo para bienestar de generaciones futuras. Justamente eso es mucho de lo que nos hace falta en Venezuela, crear instituciones al servicio del país y de la colectividad, en vez de instituciones al servicio de los que ocupen los puestos de dirección de las mismas.

Al hablar de nuestro país y de la salud, inmediatamente recordamos el colapso de los servicios de salud públicos venezolanos, lo cual representa una de las razones por las cuales se decidió construir este centro de salud. Lo que no recordamos casi nunca (y es que a veces los venezolanos tenemos mala memoria) es el sistema de salud pública que precedió a la catástrofe que hoy vivimos. Aunque muchos no lo crean, Venezuela tuvo unos de los modelos sanitarios más exitosos no sólo de Latinoamérica, sino del mundo entero. Cuando se creó el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en 1936 Venezuela contaba con un poco más de 3 millones de habitantes y la expectativa de vida del venezolano era de menos de 36 años (es decir, el promedio de los venezolanos se moría antes de cumplir 36 años). A partir de ese entonces, bajo la dirección del naciente Ministerio, una serie de médicos venezolanos de excelente formación se dieron a la tarea de combatir las enfermedades que azotaban a la población, como la malaria, la tuberculosis, la gastroenteritis, la sífilis, entre otras. Recuerdo esto porque uno de los médicos más destacado de ese entonces fue el Dr. Arnoldo Gabaldón, abuelo de María Matilde, quien se encargó de erradicar la malaria a nivel nacional, siendo una de las campañas sanitarias más reconocidas de su época. Ningún país tropical había podido erradicar tal enfermedad como lo hizo el Dr. Gabaldón con su equipo humano. Hoy en día tal vez llamaríamos a esa campaña “selva adentro” o “monte adentro” ya que no hubo rincón de Venezuela que no fuera rociado con DDT, el eficaz producto capaz de eliminar a los zancudos portadores de la enfermedad.

Digo esto porque María Matilde, al igual que su abuelo ha demostrado un profundo amor por su país y la búsqueda de mejores condiciones de vida para sus habitantes. También lo recuerdo porque el Dr. Gabaldón fue uno de esos visionarios venezolanos que contagiaron a muchos otros a trabajar por la salud. Como anécdota comento que cuando íbamos a abrir las puertas de Santa Inés, María Matilde contó alguna vez, que le dio una sensación de susto al ver el enorme compromiso que teníamos por delante y entonces, la noche antes del 13 de Septiembre de 1999 soñó con su abuelo, lo cual le transmitió una profunda sensación de serenidad. Hoy, a casi 5 años de esa fecha creo que tu abuelo desde el cielo está orgullosísimo de la labor que como él, has realizado a favor de la salud en Venezuela. Sin lugar a dudas tus pasos por Santa Inés son hondos y muy sentidos y creo que el cariño de las personas que te han rodeado así lo demuestran. 

Los que nos quedamos por aquí tenemos el gran compromiso de seguir las directrices que nos has enseñado con paciencia y sabiduría, seguir trabajando en equipo como lo hemos venido haciendo de manera tan efectiva (como el juego de ping pong que siempre recordamos en el cual cada uno da espacio para que el otro le de a la pelota). Seguiremos “rechequeando” para que la comunicación sea más efectiva y exponiendo nuestras ideas para organizar “la lógica del discurso”.

Sin embargo, extrañaremos el increíble equilibrio de tu liderazgo hacia la gente y hacia los objetivos, echaremos de menos tus tan famosos “toques técnicos”, tu estupendo olfato a la hora de seleccionar el personal y el sentido común que prevalece a la hora de tomar una decisión. Extrañaremos la forma como has dado cabida al punto de vista de cada quien, con la clara intención de sumar buenas ideas para generar mejores decisiones.  

Asumimos el reto futuro de seguir haciendo de Santa Inés un espacio para “promover la salud” no sólo con conocimiento sino básicamente con dignidad. Contamos con que Dios nos siga echando una mano como hasta ahora lo ha venido haciendo.

María Matilde, ¡un millón de gracias por haberte topado en nuestro camino!


Bernardo Guinand Ayala

Fuerte, creadora y espiritual era María Matilde



“Me quitaron el chocolate”, me dijo María Matilde cuando la pusieron a dieta al inicio de su primer tratamiento contra esa enfermedad que se lleva a seres humanos sin distinción de edad, sexo, país, etnia y religión. Ese mal que no queremos nombrar, y que esperamos que la ciencia erradique.

En el Parque Social UCAB, María Matilde Zubillaga Gabaldón, después de almuerzo, sacaba una tableta de chocolate y la repartía como hacía Jesús con los panes, o como hacen los curas con las hostias para los comulgantes. Pero ella no solo compartía su apreciado manjar sino también su amor y entrega en el trabajo. Fue criada en una familia donde le inculcaron con el ejemplo valores como el compromiso, la honradez y la vocación de servicio público. Se graduó de socióloga en la UCAB en 1984, mención Cum Laude. Mientras estudiaba, se integró al Teatro de la universidad, sobre el que hizo testimonios públicos de agradecimiento por  su contribución a su formación personal. Fue en el Teatro UCAB donde conoció a su esposo Agustín García. Al casarse, se radicaron muchos años en Mérida donde ella  trabajó en el área de Pastoral Social y siguió vinculada al teatro. 


Aunque en mi cabeza rondan desde el día de su entierro las palabras que debía escribir, y aunque sea su bello y angelical rostro el que me aparece cuando la recuerdo, no es fácil escribir sobre un ser que ha dejado tantos lazos y raíces en todos los lugares donde ha andado porque hay muchísimo que decir. En la creación del Centro de Salud Santa Inés, en la fundación de la Asociación de Egresados de la UCAB y en las bases fundacionales de Avessoc, que son los lugares donde la vida nos unió en una sólida amistad. No ha habido una entrevista en la que los fundadores del Centro de Salud Santa Inés no la nombren como ejemplo y digan que su huella fue vital para que Santa Inés se convirtiera en lo que es hoy en día.


Perfeccionista
Pero no crean que todo era paz y amor con María Matilde. Particularmente, peleaba con ella porque era eso que en criollo llaman “cri cri”, defecto que esta que escribe comparte. “Mafer: ¿anotaste que el 20 del día tal, del mes tal, comeremos juntas?; por favor que no se te olvide”. O si iba a cubrir un evento ya súper pautado, pasaba lista y llamaba a verificar la asistencia. Y yo le respondía que no se preocupara, que teníamos más de 15 años trabajando juntas y que sabía que yo no le iba a fallar. Pero así era María Matilde. Todo en ella era puntual y casi perfecto. Se había especializado en Recursos Humanos y Eficacia Organizacional en la  Universidad Complutense de Madrid en los noventa, y en Cooperación para el Desarrollo Sostenible en la Universidad Pontificia Comillas entre el 2004 y 2005.


Este reciente diciembre, me pidió que la acompañara a visitar al padre Rafael Baquedano los primeros días de enero porque él había estado muy enfermo. Aún con dolores y tan delgada como la modelo inglesa Twiggy, con un corte a lo Mia Farrow, Mari o Tilde, se preocupaba por los otros. Preguntaba por sus amigos de Administración, las enfermeras, y los médicos de Santa Inés; por las hermanas de Avessoc y por los jesuitas amigos. Todo le inquietaba, todo lo preguntaba cuando iba a verla. Fue emocionante saber que también en diciembre iba a celebrar su 28 aniversario de bodas con Agustín en Galipán y que ella había hecho la planificación por Internet, que si Miguel tenía novia, que si Santiago tocaba saxo, que si era asistente de Gustavo Peña en psicología.  Estaba muy orgullosa de sus dos hijos. Creo que no se imaginaba que la muerte se le iba a adelantar, sin tener modales finos como ella, para preguntarle si era el tiempo apropiado para partir. María Matilde era una mujer de fe sincera, en ella todo era diáfano, y siempre tuvo la esperanza de que iba a vencer el cáncer para seguir con Agustín, ver los futuros logros de sus hijos Santiago y Miguel; acompañar a sus padres, hermanas, sobrinos, ahijadas, tías, primas y a sus compañeros de labores donde tenía expectativas de fortalecer la Pastoral de salud. El 8 de enero, en su sepelio nadie se quería ir, ninguna persona presente quería dejarla. Después de una hermosa misa dada por los jesuitas Virtuoso, Baquedano y Ugalde en el velatorio y las palabras del padre Virtuoso en el camposanto, hubo largos silencios y canciones que entonaron los compañeros de Miguel, del colegio San Ignacio.


María Matilde quedó junto a la tumba de su abuelo querido, el ilustre médico Arnoldo Gabaldón, sanitarista venezolano, que acabó con la malaria en el país. Mientras, su familia cercana aguantaba el dolor de tan valiosa pérdida y regresaban junto a los amigos del teatro y compañeros de trabajos, tristes, sin poder hacer nada. Definitivamente que a un ser tan integral, tan completo como María Matilde, se lo llevó Dios para tener a una mujer inteligente y sensible en su gabinete, pues lo que es este mundo está con los pies en la cabeza.

                                                                       María Fernanda Mujica Ricardo
9 de enero de 2015