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lunes, 5 de mayo de 2014

¿Por qué una comisión de la verdad?

Mercedes Pulido
La imposición de la fuerza en la solución de las crisis deja heridas abiertas que vuelven a reproducirse. Al cumplirse cien años de la Primera Guerra Mundial, que se inicia bajo la premisa de ser corta y definitiva, resultó tener una duración de cuatro años con una mortandad de varias generaciones y en donde finalmente los acuerdos de paz impuestos por la fuerza, reprodujeron en menos de 30 años una nueva y devastadora contienda. Desde entonces, Europa busca construir un tejido de entendimiento y convivencia con heridas sin subsanarse como el caso de Ukrania, los terribles desafueros en la antigua Yugoslavia y el cambio dramático en la estructura territorial y de identidades nacionales. Una de las consecuencias todavía las vemos con los continuos juicios a ex personeros nazi o colaboradores en los desmanes de la fuerza fanática humana. En los tiempos más recientes, el genocidio de Rwanda con la responsabilidad compartida de la indiferencia internacional, no sabemos a ciencia cierta el alcance de las masacres. Lo que sí está claro es que las heridas siguen abiertas y la confrontación es perenne. En todos estos procesos se ha planteado con poco éxito la necesidad de una "Comisión de la Verdad", siendo la presión ciudadana la que busca el futuro. Al poder no le interesa sino su propia "verdad".
Sin embargo, Mandela como estadista percibió en la medida de lo posible instancias de reconciliación, de perdón sin que ello significara olvido de las consecuencias, asumiendo con su testimonio la necesaria y polémica refundación social. Tengo en mis manos el informe "Nunca Más", coordinado por Ernesto Sabato en Argentina a raíz de las terribles persecuciones y desapariciones militares que significó la "Comisión de la Verdad" y que aún es una referencia no solo en la asignación de responsabilidades, sino en la necesaria revisión de cuánto puede haber de complicidad en una sociedad cuando se impone la fuerza. Sabato señalaba que había sido la experiencia humana más devastadora que le había tocado vivir.
Hace ya diez años que en Venezuela urge el necesario debate sobre la "verdad" . Y como prueba de ello es que no salimos de buscar responsables y acusaciones, pero nunca vamos al debate de las causas que las originan, por lo tanto la violencia y el poder autoritario progresan alimentándose de la ausencia de la "verdad". Los estudiantes han sido firmes: No hay futuro si no hay "verdad", por ello la liberación de los presos políticos, de los detenidos, de los torturados y el desarme de milicias paramilitares es prioridad para asumir el futuro. El diálogo para resolver coyunturas políticas dejará heridas abiertas sin la debida apertura hacia una ley de amnistía que abra compuertas para superar la irracionalidad de las pasiones y radicalismos, y facilite la transición hacia la refundación de la confianza sin temor a la "verdad" y sus consecuencias. Lo demás es paja que volverá a prender hogueras.

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